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Sopa de ganso

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Aquí, en el mundo real, fuera de Sopa de ganso, también hay una tierra legendaria llamada Freedonia que es ¡La tierra de los libres y los valientes!, como reza su himno. Se trata, por supuesto, de la nación de Madrid, que en el plazo de cuarenta años -batiendo seguramente algún récord mundial- pasó de ser provincia rasa a Comunidad Autónoma, y luego ya directamente a nación, anidada en el corazón de la Madre Superiora: la Una, la Grande y la Libre, de la que Freedonia dice ser espejo de virtudes, y resumen de glorias, y faro del porvenir.

La Freedonia no marxista está dirigida -es un decir- por una mujer tan ridícula como el Rufus T. Firefly de la película. Ella, Isabel, a su modo, también es graciosa -a veces de partirte la caja y todo- pero a diferencia de Groucho Marx no se trabaja los chistes: ella simplemente abre la bocaza, suspende el filtro racional, y suelta lo primero que se cruza por el infinito espacio de su vacío: una fascistada, una ofensa, una incultura, una soplapollez, una perogrullada, una mentira, una incoherencia, una puñalada, una sociopatía... Hay muchos asteroides estériles vagando por su mente. Ya digo que te ríes con ella, sí, y sobre todo de ella, pero esta mujer es como un supervillano de la Marvel, invulnerable, y cuanta más energía le arrojas para contrarrestarla, ella más se hace la chula, y más crece y crece hasta ocupar la mayoría de los escaños, y las simpatías de la gente.

Luego, para seguir este paralelismo tonto con Sopa de ganso, resulta que el líder ficticio de Sylvania, la rival de Freedonia, también es un tipo muy alto, algo encorvado, bien parecido, que se pasa toda la película perdonando las ofensas y templando las gaitas, para que su país no se vaya a la mierda. El problema es que Louis Sánchez, o Pedro Calhern, confía demasiado en sus dos ministros de la Inoperancia y la Tontería Supina: Chicolini y Pinky, que a veces, en el summum de sus despropósitos, me recuerdan a algún par de socialistos y socialistas que suelen pasearse por los telediarios. Marxistas de pro, de apellido incluso, que tarde o temprano acabarán pasándose al enemigo. Como sucede en la película.



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