Mostrando entradas con la etiqueta Poltergeist. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Poltergeist. Mostrar todas las entradas

Vamos Juan

🌟🌟🌟🌟

Lo primero que haría Juan Carrasco como ministro de Sanidad sería preguntar si esto del coronavirus no puede tratarse con un antibiótico, que mira que hay muchos, e incluso de amplio espectro, en los stocks de las farmacias, y que mientras llega la vacuna, pues bueno, vamos matando al bicho con amoxicilina, o con lo que sea, para no ir creando hábito o dependencia, que algo de eso ha leído en un suplemento dominical…. Juan Carrasco, además, se haría la pregunta en voz alta, con micrófonos delante, sin haber consultado primero con un asesor, o haberse documentado antes en internet, o en el Libro Gordo de Petete, porque Juan es así, impulsivo, echao p’alante, un hombre del pueblo que no teme hacerse las preguntas del pueblo.



    Juan Carrasco es un merluzo que podría desempeñar su cargo sin saber distinguir un virus de una bacteria, porque lo suyo no es el conocimiento, o la investigación, sino el trapicheo político que quita y otorga los cargos. Un populista sin formación, sin ideología, que tiene una carrera como la tenemos muchos otros, sepultada en el olvido, intrascendente para desarrollar el sentido común con el paso de los años. Y además, todo el mundo sabe que el verdadero trabajo ministerial lo hacen los subsecretarios, y los funcionarios de tropa, y que a un político como él, limitadito y campechano, le basta con seguirle el rollo al presidente, rodearse de asesores que le recojan justo antes de estrellarse, y, por encima de todo, lo primordial, darle muchos palos a la oposición, a poder ser irónicos y refinados, que eso siempre divierte mucho al votante infatigable.

    Por fortuna, Juan Carrasco es un político de ciencia-ficción, y todas sus trapisondas como ministro, o como aspirante a fundar un nuevo partido, se quedan dentro de la tele, en una tragicomedia que es de reírse mucho por las noches. Luego, al despertar, el dinosaurio del virus sigue ahí, y en la vida real comparece en rueda de prensa un ministro que al menos mide las palabras, es educado en las respuestas, y se ve que ha estudiado lo que le preparan sus asesores. El fantasma de Juan Carrasco se difumina por las mañanas con el primer café, pero no se va del todo, porque la membrana que separa a los políticos reales de los ficticios es muy permeable, y a veces se producen unas ósmosis terroríficas que dejan la televisión hecha un colador. Como cuando se infiltraron los fantasmas traviesos de Poltergeist



Leer más...

Stranger Things. Temporada 1

🌟🌟🌟

Uno de los sueños incumplidos de mi biografía es sentirme un hombre objeto. Que las mujeres guapas se olviden de mi yo interior -que además vale tan poco, y me ha proporcionado tan pocos réditos- y se peleen por mis carnes en un plano absolutamente sexual, superficial, sin fingir que se interesan por las boludeces que uno escribe, o por las cinefilias que uno ejerce cada día. Pero claro: para ser un hombre objeto uno tendría que haber nacido con otro color de pelo, con ojos menos miopes, con dientes mejor alineados. Metabolizar las grasas con más rapidez. Rescatar los cabellos que se fueron por el desagüe y reimplantarlos con cuatro manotazos y un poco de agua. O hacer una escapadita a Turquía... Nacer otra vez, quizá, o dejarse un pastón en la clínica cosmética, con inciertos resultados. 



    Es por eso que, inalcanzable ya la condición de hombre objeto, me conformo con la categoría de hombre objetivo, no en el sentido de prudente, de preclaro, que de eso sólo pueden presumir algunos elegidos, sino en el de target comercial, que dicen ahora los expertos. Sentarme a ver una película o una serie de televisión, y sentir que ese producto lo han diseñado expresamente para mí, basándose en mi edad, en mi trayectoria, en mis hábitos de veterana cinefilia. Es un prurito de orgullo, y hasta de honda satisfacción, el que siento al pensar que unos guionistas, o unos showrunners, en este caso los hermanos Duffer, han parido una serie como Stranger Things pensando en mí, y en otros miles de cuarentones como yo, de cinco continentes distintos pero de una sola cultura verdadera, que pasamos de la niñez a la adolescencia viendo E.T., Los Goonies, Alien, Poltergeist... Estos tipos, los Duffer, hasta hoy mismo unos desconocidos, han metido todo esto en la coctelera y han creado un mejunje de alto valor nutritivo, porque la serie es muy entretenida, y de elevado contenido nostálgico, porque saben muy bien a quién dirigen sus cañones, los muy cabrones, y ya no sé si sentir vanidad por saberme un hombre objetivo, y en cierto modo homenajeado, o si mosquearme por esta manipulación artera de mis recordatorios, porque Stranger Things en ningún momento esconde sus intenciones, y me ha tenido ocho horas muy retro jugando a los homenajes, y a las memorias. A la vida que ya pasó.

Leer más...