Mostrando entradas con la etiqueta Olivier Assayas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Olivier Assayas. Mostrar todas las entradas

Dobles vidas

🌟🌟🌟

Las películas francesas -las fetén, las de toda la vida- son así, como Dobles vidas: personajes que hablan y hablan sobre lo divino del amor, y lo humano de la infidelidad. Sus películas son una exégesis continua sobre el tema. Una enciclopedia audiovisual que va acumulando artículos y sabidurías. Y también, claro, algunos desvaríos... Los cineastas actuales han adaptado los diálogos a los tiempos que corren, haciéndolos más explícitos y menos espirituales, pero siguen haciendo, en esencia, la misma película de siempre. Una variación de la misma melodía. El amor que nos trae y nos maltrae es el mismo que vivieron los hermanos Lumière, y aún antes, mucho antes, los hermanos Australopitecus, y su única modernidad es que ahora la poesía se lee en el teléfono móvil, y que jugar en Tinder acorta los tiempos de espera, y las distancias de la geografía.



    En Dobles vidas sigue habiendo parejas francesas que desayunan, que discuten, que se van a trabajar dando un portazo. Que comen, que se reconcilian, que salen a pasear, que se cogen de la mano y al mismo tiempo se acechan cada gesto y cada suspiro. Que cenan una tabla de quesos y una botella de vino y luego hacen el amor apasionadamente, a la francesa, para luego abandonarse en cada borde de la cama, recelando, anhelando, contradiciéndose en sus palabras y en sus caricias. Que sueñan con mantener el amor caliente y al mismo tiempo fantasean con enfriarlo en el lecho de otro amante.  Alguno dirá que no sólo los franceses hacen películas así, verborreicas y sentimentales, y es cierto. Pero sólo ellos son capaces de hablar con esa pedantería, con ese desparpajo tan poco coloquial, doctorando, sin ningún miedo a caer en el ridículo. Es la marca de la casa. El sello de autor. La Denominación de Origen.

    Olivier Assayas ha querido hacer una película a lo Eric Rohmer, en los tiempos del Kindle, pero no le ha salido redonda ni mucho menos. En general, a este hombre -y mira que lo lamento- no le sale nada que me resulte medianamente ovalado, salvo aquel retrato despiadado de Ilich Ramírez, el terrorista. Los personajes de Dobles vidas me resultan cargantes Unos amorales nada simpáticos; unos adúlteros nada justificables. Ni los entiendo ni me los creo. Cháchara improductiva. Nulas enseñanzas. Bostezos en la medianoche. 


Leer más...

Finales de agosto, principios de septiembre

🌟🌟

De vez en cuando uno se topa con películas que intuye aburridas de antemano, pero que vienen envueltas en un título de resonancias muy personales, y ya no puede refrenar el impulso de asomarse. Finales de agosto, principios de septiembre, era, más que un título, una señal. Justo cuando uno transitaba las mismas fechas del calendario, aparece esta película de Olivier Assayas en las pesquisas por internet, como si los dioses juguetones, o los duendes traviesos, la hubieran dejado ahí para tentarme, y hacer experimentos conmigo.

        Los finales de agosto y los principios de septiembre son los tiempos de iniciar el curso, de volver al fútbol, de colocar la primera manta en la cama. De reencontrarse con las personas que uno aprecia y también con las que uno odia. Tiempos de cambio, de reacomodo, a veces también de crisis, si la cosa viene muy jodida. Yo quería ver, en la película, gentes atrapadas en ese mismo enredo postvacacional, a ver cómo se las apañaban, y extraer, si fuera posible, alguna enseñanza del aprendizaje. El vicario, claro. Personajes que también fueran maestros, como uno mismo, que regresaran a su trabajo con el mismo aire compungido y quejica. Pero no iban por ahí, los tiros. Los protagonistas de Finales de agosto, principios de septiembre son dos urbanitas franceses que se pasan la película entera follando y desfollando, lo mismo en agosto que en septiembre, en enero que en febrero. Dos treintañeros irresolutos que cuando se cansan de una mujer la cambian por otra todavía más guapa, o más joven, o más chic. Nada que ver con la vida de uno, ay, ni en lo geográfico ni en lo sexual. 


    Entre polvo y polvo, nuestros amigos han de vender pisos, alquilar apartamentos, tomar café en las terrazas. Enfrentarse a los primeros achaques del cuerpo. La vida misma, vamos, solo que hablada en francés, y muy aburrida y desesperante, como me temía en un principio. No sé a cuento de qué venía lo de agosto y septiembre. Si la hubieran llamado Finales de marzo, principios de abril, habría sido exactamente la misma película, y yo, desinteresado por el título, me hubiese ahorrado el tiempo invertido.




Leer más...

Viaje a Sils Maria

🌟🌟

En Sils-Maria, en los Alpes Suizos, curaba el filósofo Friedrich Nietzsche sus dolores de cabeza y sus ataques de melancolía. “A dos mil metros por encima del mar y de los seres humanos”, Nietzsche se sentía el asesino de Dios, el heraldo del Superhombre, muy cerca de la otra montaña donde Heidi y Pedro correteaban por las laderas. 

    Más de cien años después, en el mundo ficticio de las películas, llega a Sils-Maria una actriz de renombre que atraviesa la crisis de los cincuenta años, y de las cincuenta arrugas. Le han ofrecido un papel de señora mayor en una importante obra teatral, y ella, Maria Enders, a la que encarna la musa inspiradora de estos escritos, Juliette Binoche, duda en aceptar. Estaría bien, claro, por el prestigio, y por las pelas, y porque el autor de la obra fue su mentor en la juventud, ya fallecido. Pero su compañera de reparto será una chica veinte o treinta años menor, y eso dejará a la Enders en la evidencia de su decadencia.



    Incapaz de conducir un coche o de hacer una llamada telefónica, Maria se refugiará en las montañas con su ayudante personal, una chiquina eficiente y solícita a la que da vida –qué digo vida, luz- Kristen Stewart, esta actriz a la que amé mucho antes de que la abdujeran los vampiros, y que ahora vuelvo a reencontrar por las esquinas de mi cinefilia. Valentine, el personaje de Kristen, además de las labores propias de su contrato, servirá de sparring a la Binoche en la lectura del texto, creándose así una situación muy parecida a la del propio escrito, un juego de espejos muy intelectual y muy simbólico, que terminará siendo una película francesa a las finas hierbas, para cinéfilos muy exigentes y paladares muy trillados. Uno, desde su cinefilia provinciana, al ver que la enjundia dramática se le va escurriendo entre los dedos como la niebla de los valles, se dedicará a contemplar el paisaje de Sils-Maria, que es de una belleza sobrecogedora, y también, claro está, la belleza de estas dos actrices que tantos sonetos inacabados me siguen inspirando. Demasiado mayor para mí, la señora Juliette, y demasiado joven, ay, la señorita Kristen. Mi deseo por ellas ya nace ficticio y juguetón, inofensivo y nada eréctil.



Leer más...