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Corazón silencioso

🌟🌟🌟

Hace un par de semanas que ya tenemos el asunto solucionado. Es el progreso -por lo menos el social- que tarda mucho en llegar, a veces de cojones, pero al final llega. Luego, dentro de veinte años, esos indeseables dirán que esto de la eutanasia -como el aborto, como el divorcio, como el matrimonio homosexual, como la pensión de su puta madre- está bien que así sea, y que responde a las demandas justas de la sociedad. Que ellos, en realidad, nunca se opusieron a nada. Son vomitivos. 

Menos mal, que ya se aprobó la ley, porque todavía se me revolvía la bilis recordando al presidente Zapatero en el estreno de Mar Adentro, en plena efervescencia del "no nos falles" y del "dales caña", diciendo a los reporteros que él estaba allí para apoyar al cine español, pero sonriendo con picardía a los fotógrafos, porque todos sabíamos que había ido a airear el debate, a crear ambientillo, a ir preparando la ley que por fin permitiría morir en paz a los sufrientes. Pero luego se cagó, reculó, dijo que se llamaba andana porque un asesor le susurró al oído que el centro católico estaba perdido si daba un paso más en esa dirección. Así que era mejor disimular, y ponerse a silbar, y decir que eso, que él había estado allí sólo por el cine español, y nada más, porque Mar adentro, ademásera una película cojonuda.

Recuerdo todo esto porque yo pensaba, antes de ver Corazón silencioso, que en la Dinamarca tantas veces alabada estaban más avanzados en estos trances del buen morirse. Pero se ve que no, y menuda sorpresa, porque esta familia camina clandestina por la casa de campo, urdiendo coartadas para la ambulancia que descubra el cadáver, y para la policía que venga luego a hacer las pesquisas. La abuela Esther está a un solo paso de la parálisis, de la respiración asistida, del dolor insoportable, y antes de convertirse en un guiñapo ha decidido que sus hijas y sus yernos, su marido y su amiga del alma, la acompañen en las últimas horas. Algunos se arrepienten del apoyo prometido, otros se mantienen firmes en la decisión, y aprovechando que hay bronca y discusión, todos sacan a relucir los reproches que suelen guardar las en el termo del café. Lo habitual, vamos, cuando la misma sangre comparte comedor todo un fin de semana. Y más todavía si es Navidad. Por muy daneses que sean. 





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Million Dollar Baby

🌟🌟🌟🌟

Hace 15 años -¡dioses míos, hace ya 15 años…!- coincidieron en las carteleras ibéricas dos películas que defendían el derecho civil a la eutanasia. Una, Million Dollar Baby, estaba ambientada en la América Profunda del boxeo femenino y la white trush de la obesidad, mientras que la otra, Mar adentro, muy lejos de aquellos parajes, transcurría en la Galicia Profunda de los pastos para el ganado y los acantilados que descienden hacia el mar como abismos.



    Los curas se pusieron muy nerviosos con esta coincidencia que atentaba contra la doctrina divina del Catecismo, y mientras unos denunciaban en sus homilías que tal contubernio era sin duda obra del Maligno, que volaba libremente de una orilla a otra del Atlántico, otros se atrevían a denunciar que Clint Eastwood y Alejandro Amenábar pertenecían a una logia masónica que enviaba un mensaje de perdición a todo el planeta, urbi et orbi también, pero no precisamente desde el balcón del Vaticano... Creo recordar que el mismísimo presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, asistió al estreno de Mar adentro y pronunció algo así como la intención de aprobar una ley que se pareciera mucho a la que ya disfrutaban los pueblos civilizados de Flandes y la Helvecia. Antes de que José Luis plegara velas y se cagara en los pantalones, temblaron, por un momento, los cimientos del nacionalcatolicismo, que había resistido imperturbable las demás tormentas de la Transición: la legalización del comunismo, el orgullo de los maricones y la película porno de los viernes en Canal +.  A los curas, en realidad, les importan un carajo todas estas desviaciones de la sociedad, porque ellos también se benefician de lo mismo que critican. La hipocresía es el octavo pecado capital que los Padres de la Iglesia se olvidaron, muy cucamente, de poner en la lista… A los curas -aparte de que algún día empiecen a cobrarles el IBI por sus iglesias y latifundios- lo que más les jode es que la gente entre y salga del mundo cuando le venga en gana, sin pedirles permiso, como si la vida fuera un bar público, y no el club privado que ellos desearían regentar con gorilas en la puerta.



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