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La sombra de una duda

🌟🌟🌟


Don Alfredo es posiblemente el director más sobrevalorado de la historia del cine. Los críticos con pipa se han confabulado para perdonarle todos los defectos y todas las incoherencias. 

Hace unos meses, en homenaje a Carlos Pumares, escuché varios programas suyos de los tiempos de Antena 3 radio y en uno de ellos -¡ah la casualidad!- el sostenía que en las películas de don Alfredo daba igual que el argumento no se sostuviera o que las reacciones de los personajes se volvieran ilógicas. Que el inglés orondo era un puto genio y que mucho ojito si alguien llamaba al programa para discutirle lo contrario. 

“Vértigo” sí es una obra maestra incontestable: una película enfermiza, muy personal y universal a la vez, en la que incluso yo me hago el tonto en sus varias cagadas argumentales. “Psicosis” tuvo que ser una película muy rompedora y difícil de asumir en su época. Y luego ya vienen un puñado de películas muy entretenidas con tipos perseguidos por los malos y crímenes a medio cocer o cocidos del todo: “La ventana indiscreta”, o “Con la muerte en los talones”. El resto, pues bueno, ahí están, peleando contra el paso del tiempo, y contra el gusto de las nuevas generaciones. Y contra los cinéfilos talluditos que pensamos que don Alfredo es un beato respetable pero no un santo de los altares.

Sobre “La sombra de una duda” yo tenía, precisamente, la sombra de una duda. Era una película que vivía diluida en mi memoria. Sólo recordaba que salía Joseph Cotten haciendo de tío -el actor más infravalorado de la historia del cine?- y Teresa Wright haciendo de sobrina -esa actriz de muy corto relumbrón pero de tan alta fotogenia. Pero la película, ay, no va, no furrula. Se acaba más o menos por la mitad. Al mago del suspense se le quedó la tensión destensionada. ¿Incoherencias?: muchas y variadas. La primera -y no baladí- que la sobrina de Joseph Cotten sea una veinteañera tan bella y en edad de merecer, provocando situaciones que yo no dudaría en calificar de incestuosas. Un error de cásting morrocotudo, aunque nos solace la mirada.





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