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Entre copas

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Hace 100.000 años, en la sabana africana, un antepasado incapaz de reproducirse inventó una técnica diferente para que las hembras se fijaran en él. En vez de pegarse golpes en el pecho, y de jugarse el pellejo en la caza del antílope, probó fortuna con dos versos primigenios, casi guturales, que hablaban de la belleza de un atardecer coloreando el horizonte. Contra todo pronóstico, aquella poesía encendió el corazón de una homo erectus arrobada, y ahí, tras la cópula exitosa que se produjo en unas rocas apartadas, empezó el linaje de los hombres de Cromañón que luego inventaron la literatura, pintaron bisontes en las cuevas y salieron de África para conquistar el mundo y predicar la buena nueva entre los neandertales. Ya no hacía falta ser un bestiajo sin seso para poder reproducirse. Los feos, los bajitos, los raquíticos, los que no tenían ni media hostia para enfrentarse a la presión selectiva de los darwinistas, podían propagar sus genes convirtiéndose en artistas.



    Y así, en una elipsis temporal muy parecida a la que unía el fémur de la charca con la nave espacial en 2001, nos encontramos en los viñedos de California con Miles Giamatti, que es un profesor de literatura que lleva dos años deambulando porque no termina de asumir su divorcio, y vaga por el mundo sin fijarse en otras mujeres, concentrado en dos asuntos que él cree ajenos a los quehaceres del fornicio: la escritura de una novela -esa obsesión tan peliculera por la gran novela americana-y el perfeccionamiento de su paladar enológico, que al parecer es capaz de percibir reminiscencias de queso Cheddar en un Pinot Noir macerado en barrica de alcornoque. Pero los cínicos, los materialistas, los que hemos leídos a los grandes maestros de la sospecha bioquímica, sabemos que todo arte, toda habilidad, toda demostración de sensibilidad, es, en verdad, un postureo que también cotiza en el mercado sexual, tanto como un mentón prominente o como una tableta  de abdominales. Maya, la hermosa mujer que también se da pisto presumiendo de enologías y de literaturas, no va a dejarse engañar por este aparente desinterés del tunante de Miles…



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