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La tragedia de Macbeth

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El guion de la película es cojonudo, pero eso ya lo sabíamos todos: es de William Shakespeare, o de quien se hiciera pasar por él, que lo mismo nos da. Y además está afinado por Joel Coen, que es como si un centro medido de Michel lo rematara Hugo Sánchez de chilena, y perdónenme la pincelada del fútbol vintage, casi medieval. Pero es en lo que estamos, ¿no? En los viejos tiempos del arte y de la escena.

El chiste que corre como un caballo de Escocia por los foros culturetas es que ya sabemos cómo se repartían las tareas Joel y Ethan Coen cuando trabajaban con el seudónimo de los hermanos Coen: Ethan se encargaba de los laterales del encuadre y Joel del 3x4 central, como en aquel concurso de la tele que presentaba Julia Otero, tan guapa y tan lista, el 3x4... Todos pensando que los hermanos se repartían las tareas de guion y dirección y resulta que no, que se repartían el fotograma por secciones. Es un chiste, ya digo.

 Porque sí: la película de Joel Coen, divorciado de su hermano, es una propuesta arriesgadísima que adopta el formato cuadrado y pinta las escenas como si esto fuera una película de Dreyer, o de Bergman, solo que la suya se entiende, a diferencia de aquellas, aunque a veces las retóricas de Shakespeare haya que rebobinarlas para quedarse bien con la metáfora.

Macbeth es un texto complejo que toca muchas pasiones y muchas miserias: la avaricia, la traición, la culpa, la venganza... Pero yo me quedo con las brujas y con las predicciones del futuro. Porque sí creo que el futuro está escrito y que hay gente capaz de vislumbrarlo. Los físicos teóricos dicen que la vida ya está vivida. Que todo ha sucedido mucho antes de que lo transitemos y que somos como visitantes de nuestro propio museo, descubriendo los cuadros colgados a medida que los vivimos. Yo me entiendo... Lo que pasa es que no hay manera de adivinar nada. Todo está muy oscuro por ahí delante. Pero hay gente que tiene no sé, una linterna, una precognición, un poder asombroso. Como las brujas de Macbeth. Yo conocí una vez a una bruja. Me lanzó una maldición que no entendí demasiado bien. Por eso vivo despreocupado, que si no...





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Training Day

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Aquí, en el colegio de Educación Especial, también existe el Training Day para los que aspiran a patrullar estos pasillos y convertirse en agentes de la ley educativa. Por estas fechas de la primavera, las candidatas al puesto -pues la mayoría son mujeres, en sesgo profesional que merecería sin duda una tesis doctoral- se presentan en las puertas del centro como Ethan Hawke en su primer día de detective, armadas con sus carpetas de reglamento y sus bolígrafos de alto calibre. 

    Aunque presuponemos que todas vienen bien formadas de la Loca Academia de Magisterio, son muy pocas las que han tenido contacto previo con alumnos discapacitados: las que ya conocen los saludos efusivos de los Down o a los desdenes gélidos de los autistas. La mayoría viene in albis, a verlas venir, o ha oído leyendas urbanas sobre alumnos que se sobrepasan, alumnas que se abalanzan, espontáneos que aparecen de sopetón por los pasillos. Así que pasan su Training Day con la guardia subida y los nervios en tensión, pegando respingos, saludando al aire, interaccionando torpemente con los niños que se acercan curiosos o se alejan indiferentes.

    En los viejos tiempos del colegio, yo hacía de Denzel Washington con las novatas que pedían conocer a mis alumnos, que en principio son los más problemáticos del elenco. Me ponía muy docto con ellas, y muy cínico también, dándomelas de profesor veterano que había sobrevivido a varios Vietnams educativos, con arañazos en las brazos y posos de sabiduría en el expediente. Un tutor de prácticas que conocía las triquiñuelas del oficio, los atajos, los santos remedios. “No hagas caso de lo que te enseñan en la Facultad, María, o Engracia, que ésta es la verdadera universidad del día a día…” “Una cosa es la teoría de los libros y otra la práctica de las aulas…” “Aquí quisiera ver yo a tus profesores de pedagogía, batiéndose el cobre, o dando el callo…” Gilipolleces por el estilo que ahora me da mucha grima recordar. Postureos de macho engreído como los del tal Alonzo de los cojones....



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