Mostrando entradas con la etiqueta Damian Lewis. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Damian Lewis. Mostrar todas las entradas

Un espía entre amigos

🌟🌟🌟🌟


Si hacemos caso de lo que cuenta la serie, Kim Philby, al llegar a Moscú tras desertar del Reino Unido, se llevó un chasco morrocotudo. Por la ventanilla del coche descubrió que había colas hectométricas para comprar el pan y otros productos básicos. Y también tipos tirados por las aceras con una curda de vodka definitiva. Philby llevaba treinta años traicionando a su país para que los rusos pudieran construir el paraíso en la Tierra y al final el paraíso estaba deslucido por la carestía y los borrachuzos. Nada que ver con el marxismo que él había estudiado en Cambridge en sus tiempos mozos, ni con el comunismo romántico que aquella amante de Viena le inculcó. 

En la Wikipedia se cuenta que Philby, abatido, se dio al alcoholismo y a la maldición, pero que luego, hecho ya a su nueva circunstancia, empezó a picar entre las flores hasta que conoció a un rusa muy guapa con la que olvidó todas sus penas y se reconcilió con la utopía humana de los eslavos: que no era el funcionamiento de su economía, sino la belleza de sus mujeres. 

Me interesa mucho la figura de Kim Philby porque yo también soy un espía a sueldo de Moscú. Lo que pasa es que hace treinta años que no me pagan ni un rublo. No tengo contacto con ningún comisario político desde que la bandera comunista fue arriada del Kremlin. Recuerdo que el último día me enviaron un telegrama diciéndome que no me preocupara, que esto de la democracia mafiosa era cuestión de cuatro días, pero no hago más que mirar los telediarios y parece que la cosa va para largo. Llevo veinticuatro años viviendo en La Pedanía como un agente encubierto, larvado, a la espera de acontecimientos. Fiel a mis principios, aguardo, y mientras tanto, espío a mis vecinos, y tomo nota de sus desviaciones. 

Al principio me llevé un alegrón porque aquí todo el mundo tiene en casa una hoz y un martillo. Pero luego comprendí que no usaban las herramientas para construir símbolos del socialismo, sino para trabajar sus huertas y hacer chapuzas en el chalet, todo por el bien individual y minifundista. El PCE obtuvo 6 votos en las últimas elecciones municipales. Lo sé porque publicaron los datos al día siguiente y yo los vi. Mientras aguardo instrucciones, creo que también voy a darme a la bebida, como el bueno de Kim Philby.





Leer más...

Hermanos de sangre

🌟🌟🌟🌟

En el primer episodio de Hermanos de sangre, antes de que se inicie la acción bélica sobre Normandía, salen los soldados reales que saltaron en paracaídas o se batieron en las playas. Son octogenarios todavía muy lúcidos que cuentan la batallita de cómo fueron reclutados por el tío Sam allá en sus granjas de maíz, o en sus barrios periféricos de la ciudad. Ellos no dudaron ni un segundo en alistarse cuando les advirtieron que su país, su democracia, corría serio peligro. Dicen que fue tal el fervor patriótico, el ardor guerrero, que algunos muchachos se suicidaron al ser rechazados por el ejército, avergonzados de tener una miopía, un pie plano, un cerebro disfuncional, y quedar impedidos para combatir junto a sus camaradas en las selvas del Pacífico, o en los bosques europeos.

    La intención de Hermanos de sangre es, obviamente, que nos estremezcamos de simpatía por estos abueletes del sonotone. Que aplaudamos su arrojo, que admiremos su valor, que nos pongamos en su lugar si algún día los marroquíes invadieran Algeciras, o los norcoreanos bombardeasen Albacete, y tuviéramos que responder a la llamada rojiguáldica de nuestra bandera... ¿Nos invadiría el mismo afán, el mismo calor que hierve la sangre? Yo, en mi caso, que vivo despatriado de la tierra, alérgico al himno nacional, inmune a la arenga y a la soflama, lo dudo mucho. O eso, o que quizá soy un cobarde que racionaliza su postura. A saber... 

    Aunque los veteranos de la Easy Company se han convertido en unos ancianos entrañables y venerables, y uno, acojonadito en el sofá, no tiene más remedio que envidiar su valor en la batalla, y su destreza en el combate,  a mí estos yayos de la II Guerra Mundial me dan un poco de yuyu. Quien coge el fusil alegremente para ir a la guerra sin sopesar los riesgos vitales, sin cagarse por la pata abajo, sin cuestionarse seriamente si la guerra es justa o necesaria, es, pienso yo, alguien capaz de hacer cualquier cosa, lo mejor y lo peor. Un héroe benefactor, o un matarife sin entrañas. Según el talante, o las circunstancias.



Leer más...