El pequeño Quinquin



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A los que somos muy de ciudad y nunca tuvimos una casa en el pueblo, ni un contacto frecuente con el agro, el personaje chanante de El Gañán -que luego conocimos como Marcial Ruiz Escribano- fue durante largo tiempo nuestro corresponsal más fiable en los territorios desconocidos. Un poco como ahora Pedro Lucha, el amigo radiofónico de David Broncano, que cada semana envía a la radio una crónica descojonada de la vida en la Sierra del Segura, entre olivos y gorrinos. De Marcial Ruiz Escribano, que era un Séneca de alta sabiduría y de recio castellano, aprendimos muchas cosas sobre la sociología profunda de los pueblos. Los usos y costumbres que han resistido dos mil años cualquier intento de romanización. Entre otras cosas que hay un tonto supino en cada villorrio de nuestra geografíco: un pobre infeliz que no se mete con nadie pero es el hazmerreír de los más listos y resabiados. Esto ya lo sabíamos desde Amanece que no es poco, donde el tonto incluso se presentaba a las elecciones municipales para ser reelegido en el cargo, pero el amigo Marcial lo recordaba todo con una claridad meridiana, muy ilustrativa para los urbanitas estudiosos del tema.

    Sin embargo, en este pueblo del norte de Francia donde transcurre la acción de El pequeño Quinquin, los tontos no son una singularidad, sino una mayoría casi absoluta, como en el Congreso de Nuestros Diputados. Todos sus habitantes parecen traspasados por un pasmo, raptados por una ausencia, sin que quede claro si esto es debido a una tara genética de la endogamia, o a una contaminación ambiental de los mil búnkeres que allí construyeron los alemanes. Esta serie venía muy recomendada por los críticos que han visto en ella el humor que otros, quizá menos perspicaces, quizá más descolocados con esta inversión numérica, no hemos conseguido apreciar. Los decepcionados con El pequeño Quinquin hemos pasado por la idiosincrasia de puntillas y nos hemos quedado embobados con ese paisaje bellísimo a orillas del Atlántico, que ya forma parte de los destinos predilectos del transitar por las pantallas. 



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