El hombre de tu vida

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Si el castellano se inventó para insultar, el francés para seducir, y el inglés para ponerle nombre a los progresos científicos, el argentino fue creado, además de para ligar en las playas del Mediterráneo, para que los actores sudamericanos conquistaran el mercado español, y nos animaran a ver series y películas que de otro modo ignoraríamos. Las ficciones argentinas tienen el talento creador, el oficio dramático, pero no serían lo mismo si sus personajes no hablaran de esa manera, como sicilianos de Badajoz, o jienenses de Lombardía, que es un sonsonete que a los ibéricos nos encandila, o nos seduce, según el sexo de quien habla y de quien escucha. Y aunque los personajes estén soltando una pelotudez sin gracia, o una boludez sin trascendencia, en el idioma argentino siempre parece que dicen algo provechoso, lustroso, literario incluso, como si el castellano de aquí se nos hubiera quedado corto, y cateto, y escucháramos una evolución fascinante de nuestro propio idioma.


    El hombre de tu vida -que es una serie simpaticona cuando se viste de comedia y cursilona cuando se disfraza de romanticismo- es el último desembarco de lo argentino en España. Y como casi siempre, por ahí anda Juan José Campanella enredando, en este caso ejerciendo de creador, y de supervisor general, que es un cargo que yo jamás había visto en unos títulos de crédito. El puto jefe, vamos, que diríamos aquí. El hombre de tu vida, con sus grandes virtudes y sus veniales pecados, ha caído en gracia entre el personal. Tanto, que hasta un remake hemos querido hacerle para el prime time de La 1. Pero claro, en el remake ibérico los tipos hablan en castellano-manchego, y las mujeres en castellano-leonés, y aunque son dos hablas dignas de elogio, y de respeto, con mil años históricos que las sustentan y las respaldan, la serie ya no es la misma que vino de "achá", del otro lado del charco. Sin la melodía del habla, sin la retranca del acento, sin el acento rioplatense que exagera o recalca, que ensalza o desprecia, los diálogos se quedan crudos y sin salsa.




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