Jurassic World

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Jurassic World es una película tan bien hecha y tan vacía como una rubia tontaina de las discotecas. Como un guaperas iletrado de la piscina. Los productores de Jurassic World no quieren a tipos como yo, que luego vienen aquí, a los foros, a denunciar los trucos baratos y las explosiones gratuitas, ni yo quiero perder el tiempo con estas superproducciones construidas con el manual. Pero uno, como el demonio que anidaba en la niña Regan, no es uno solo, sino legión, y dentro de mí, como en una pequeña multisala, viven muchos espectadores que se pelean por ver las películas. A quien yo llamo “yo”, sólo es el diablo alfa de toda esta pandilla, el tipo que habitualmente triunfa en las disputas y va construyendo con infinita paciencia la videoteca de casa y la programación semanal del Canal +.



         Pero “yo”, para que todos vivan contentos en el convento, a veces tiene que hacer concesiones, y tragarse películas como Jurassic World que no molestan especialmente, que tienen su cosa y su mérito, y su Dallas Bryce Howard de bellísima pelirrojez, pero que en una dictadura perfecta jamás verían la luz en el televisor. Los lectores más veteranos ya conocen a Max, mi antropoide, el mono de la primera fila, que aplaude como un macaco las películas de Pajares y Esteso, o los truños en los que Leonor Watling enseña sus bonitos pechos. Hoy les presento a Alvaruelo, el niño tímido y algo corto que se ha venido conmigo desde los tiempos infantiles. Inasequible a la madurez o al raciocinio, él sigue celebrando con los ojos abiertos y el labio de los Habsburgo películas como Jurassic World, en las que se reparten hostias, ganan los buenos y el espectáculo pirotécnico va disimulando las tonterías. Yo quiero mucho a Alvaruelo, que es un niño que no da un ruido y siempre se queja con la voz bajita, pero que se pone muy triste cuando le endilgo un simbolismo de Kiarostami, o un mundo poético de Julio Medem. De vez en cuando le doy estas alegrías, sobre todo si es sábado por la noche, para que el lunes, cuando vaya a la escuela con los otros diablillos, lo flipe por todo lo alto y tenga algo que contar. 



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