Kauwboy

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Me estoy volviendo viejo y sentimental. Películas que antes aguantaba con un estoicismo de macho ibérico, queriendo impresionar a mujeres que sólo existían en mi fantasía, ahora, a los pocos minutos de haber empezado,  me ponen un ahogo en la garganta, un malestar en el espíritu, una lagrimilla en el embalse ocular que espera órdenes para desaguar y regar los páramos de mi rostro.

    Kauwboy -que es una película holandesa de mucho renombre en los festivales, pero casi inencontrable en las razias de los piratas- es el dramón de un niño huérfano y el pájaro caído del nido al que cuida en el desván. Lo hace a escondidas de su padre, que anda medio loco y medio maltratador, encerrado en su mundo de viudo prematuro. Uno pensaba que en Holanda no ocurrían estas cosas, porque aquello es Europa, y la gente tiene otra educación, y otro saber estar, pero se ve que no, que en todos los sitios cuecen habas, y que el abandono infantil es una lacra que no distingue países protestantes de países católicos, territorios civilizados de tierras salvajes como la nuestra. El chaval, Jojo, viene a ser otro pájaro caído del nido, abandonado a la suerte de la vida doméstica, o de la convivencia escolar, y por eso entabla una relación tan especial con el pobre pajaruelo.

    Kauwboy está muy bien hecha, pardiez, y uno ya no está para aguantarse los sentimientos, ni para esconder las debilidades, ni mucho menos para decir que estas lágrimas traidoras no son lo que parecen. No aquí, al menos, en este blog, donde mi yo verdadero se sigue escribiendo desnudo, sin poses ni disfraces. Mañana, si algún vecino de este villorrio me preguntara por Kauwboy, volvería a mentir como un bellaco para salvar mi buen nombre: “Una mariconada, con niño, sentimental ya sabes…”



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