Paradies: fe

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Me imagino que en Austria, que es un paraíso civilizado donde relucen las bombillas de la Ilustración, esta misionera urbana habrá provocado la incredulidad o a la risa entre los espectadores. Las aventuras de esta trastornada que recorre los hogares predicando la fe en Jesucristo y la pronta llegada del Maligno les sonará más a comedia que a tragedia, más a esperpento que a película con visos de realismo. Una broma, quizá, o un experimento callejero de cámara oculta. Me imagino que Ulrich Seidl ha dejado pasmados a sus compatriotas, presentando a una mujer que nadie sospecharía tener como vecina. 

Anna María es una papista recién llegada del Concilio de Trento para predicar la Contrarreforma entre los rubios protestantes. Es poca agraciada, gorda, tan morena que parece sacada de cualquier país del Mediterráneo, esos territorios medievales de la playa y el chiringuito donde los curas siguen campando por sus respetos. Anna Maria es una austriaca improbable, anacrónica, camuflada entre los habitantes de Viena como una agente extranjera, como una espía de la Inquisición. Como una alienígena que viniera huyendo de la nave Enterprise por propagar la creencia en un dios sanguinario, o sangrante, según ejerza de Padre o de Hijo.

Aquí, en cambio, en nuestra Península Ibérica, personajes como Anna María que ven un pene y se desmayan, que contemplan un beso y se escandalizan, que descubren un rayo de sol y ven a Jesucristo cabalgando sobre él, son personas familiares, habituales, de las que hay una en cada familia o en cada vecindario. Yo mismo conozco a alguna de estas iluminadas, que van dando la brasa por los domicilios. Señoras que ya no se entretienen con nada, que ya no duermen las siestas, que se horrorizan con los escotes que salen en la tele. Que después de comer salen a las calles a predicar la abstinencia, la castidad, la emasculación voluntaria como pasaporte hacia el Cielo. Se llaman Eduvigis, Conchita, Manuela, y son unas plastas de mucho cuidado. Viven aburridas y un poco taradas. 

Es por eso que Paradies: Fe, que va sembrando el escándalo allá donde se proyecta, le deja a uno frío e indiferente, como si le contaran el día a día del panadero, o del farmacéutico de la esquina. 




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