La historia del cine: una odisea (libro)

Leo, en la Historia del Cine de Mark Cousins, este curioso pasaje sobre una ocurrencia de Mack Sennett:
“Mack Sennett, un productor de comedias de la etapa del cine mudo, contrataba a un tipo peculiar para que acudiera a sus conferencias con el fin de que dijera tonterías en voz alta. Generalmente era una persona sin demasiadas entendederas, incapaz casi de expresar sus ideas, pero que contaba con una imaginación desbordante. Podía estar callado durante una hora y de repente murmuraba: “Tomemos por ejemplo...”, y entonces todo el mundo callaba para ver qué decía. “Tomemos por ejemplo esta nube...” Gracias a nuestra rara capacidad para asociar unas ideas con otras, las personas del auditorio se quedaban con la imagen de la nube y le encontraban sentido a lo que decía aquel hombre, que venía a ser como un catalizador del subconsciente...”

 Cousins elige este párrafo para explicarnos que el cine, a veces, en sus más revolucionarios logros, acierta de chiripa, asociando ideas o planos  que hacen saltar una chispa neuronal en el espectador, inaugurando un nuevo modo de asociar, y de entender. Pero yo, que voy leyendo el libro con una mala leche cada vez más agria, releo esta broma ingeniosa de Mack Sennett y no dejo de pensar en los embaucadores como Kiarostami, o como Godard, que tanto celebra Cousins en su libro. “Tomemos por ejemplo esa nube...” O ese iraní, o esa parisina. Sigámoslos con la cámara y dejemos transcurrir el rato, a ver qué va saliendo de la “catalización del subconsciente...”




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