Mataharis

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Por la noche, en esta segunda película del ciclo que lleva por título Olvidos Imperdonables del Cine Español, rescato Mataharis, que llevaba meses pidiendo turno en la estantería. Y quedo, una vez más, prendado de la facilidad que tiene Icíar Bollaín para abordar historias tan complejas de un modo tan simple. Para lograr que sus actores y actrices siempre salgan impecables y creíbles; para que hablen como usted, o como yo, en el lenguaje de la calle, con acentos y expresiones que uno reconoce propios, o cercanos, y no esos envaramientos teatrales tan habituales en el cine patrio, donde los actores que interpretan a un carnicero de barrio y a su clienta marujona, pongamos por caso, declaman textos imposibles y engolan la voz de un modo ridículo.

Hoy es 24 de mayo. Consulto mis registros, que los tengo, aunque algo descuidados, y descubro, entristecido y preocupado, que sólo han pasado tres años desde la última vez que vi Mataharis En este suspiro de tiempo ya había olvidado una de sus historias principales, y de otra sólo conservaba el planteamiento inicial. ¿Cómo pueden sucederme estas cosas? ¿Dónde van a parar estos recortes de mi vida? ¿Qué oscuro proceso mental los lleva del aplauso a la papelera, de la emoción al olvido? ¿Qué dioses malévolos juegan así con mis recuerdos? ¿Cómo son capaces de robármelos antes mis propias narices? ¿Cómo pueden transportarlos a los sótanos de mi cabeza sin hacer un solo ruido? ¿Cómo transitan por mis carreteras interiores sin que ningún control los detenga, sin que ningún aduanero registre su paso? ¿Cómo lo hacen, estos habilidosísimos ladrones?



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