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El 27 de marzo de 2009, en otro foro de cinéfilos más
concurrido que éste, un yo mismo que aún no transitaba la crisis de los
cuarenta escribía estas cosas sobre Zoolander, la tontaca de Ben Stiller sobre el mundo de la moda y
sus chanantes sujetos:
"Es una peli, que si te la cuentan, sales huyendo. No tiene ni pies
ni cabeza: es ridícula, absurda, gilipollesca. Sin embargo, cuando la ves en
una noche tonta, acabas riéndote como un imbécil. Zoolander no es, desde luego, una comedia de Billy Wilder (y que
los dioses me perdonen por introducir aquí su nombre), pero tiene el mérito
incuestionable de ser una chorrada autoconsciente de serlo. La película no
engaña a nadie, no va de proyecto interesante, se parodia cruelmente a sí
misma. Y esa honestidad me llega al alma. Ben Stiller podrá ser obvio, zafio,
bobo, pero no es, desde luego, ningún majadero que presuma de hacer comedias
con mensaje. La escena del "duelo en la pasarela" es de lo más demencial
y divertido que he visto en mucho tiempo".
Ése
era yo con treinte y siete tacos recién cumplidos. Casi un chaval que se reía
por cualquier cosa. Que le sacaba zumo incluso a una película tan lamentable
como Zoolander. Un cinéfilo mucho
menos exigente que el que ahora se adueña del sofá, que tiene más canas y más
kilos, y se ríe haciendo esfuerzos con los labios. Estos seis últimos años han
sido como de vida perruna: cuarenta y dos, en realidad, si los multiplicamos
por siete de los humanos. En los ochenta tacos, pues, me he puesto en un visto
y no visto. Quizá por eso, anciano y medio gagá, con las pastillicas y la
babilla, hoy no le he sacado ni una sonrisa con Zoolander. Ni con la famosa escena del "duelo en la pasarela",
que parecía una cosa de Los Morancos haciendo el merluzo sobre el Puente de
Triana.
O ha sido, tal vez, la derrota del Madrid en Turín, el enésimo Waterloo
de nuestras huestes en los campos europeos, la que me ha tiznado el humor de
negro, una suciedad de vergüenza que seguramente necesitaba un detergente más
poderoso que éste de Ben Stiller y su alegre muchachada.