Mostrando entradas con la etiqueta Zhang Yimou. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Zhang Yimou. Mostrar todas las entradas

Sombra

🌟🌟🌟

Si ya es difícil seguir cualquier película de chinos y chinas -porque los rostros se confunden y a quien tomabas por el cuñado resulta ser luego el amante, y a quien tomabas por la villana resulta ser más tarde la heroína-, más difícil aún, el tour de force, el reto supremo del mindfulness que ahora está tan de moda, es seguir una película de chinos que cuenta la historia de un doble que suplanta la identidad de su Señor de la Guerra.  Si ya cuesta un huevo, en las películas de Zhang Yimou, reconocer a estos samuráis que se acorazan hasta el cuello y se ponen unos cascos como de Darth Vader para que sólo entreveamos sus ojos enrabietados, cómo seguir, ay, en las brumas del pre-sueño, este enredo erótico-militar de unos chinos mandarinos que jamás conocieron la mezcla genética de otros invasores. Bueno sí: los mongoles de Gengis Khan, o los japoneses de Hiro-Hito, que a efectos del fenotipo es como si la raza sueca invadiera a la raza noruega o viceversa.



    Los chinos poderosos llamaban “sombras” a estos dobles que los representaban en las misiones más arriesgadas, en los duelos por honor, o en las negociaciones con los bárbaros, pero que también -porque no todo eran sinsabores- los suplantaban en el fornicio con las concubinas si el amo andaba peneacontecido y no quería que su hombría fuera puesta en entredicho dentro del harén. Imagino que los señores no tendrían mucho problema en encontrar a esbirros muy parecidos a ellos, porque un chino sale a comprar pan o a tomarse un chato y en el camino ha de encontrarse, como mínimo, con diez conciudadanos que podrían acostarse con su señora sin que ésta -al menos hasta el momento más íntimo- se coscara del cambiazo.

    Los dictadores occidentales, sin embargo, siempre se las han visto y deseado para encontrar un panoli con cierto parecido que saludara desde el estrado vigilado por un francotirador, o que viajara en el coche oficial sin blindaje para comerse el marrón de un atentado. Dicen que hasta Franco, que fue un señor de la guerra de Segunda División, tuvo su pequeño ejército de dobles escondidos en El Pardo. A saber en qué pueblo  perdido de la estepa, o en que aldea remota de la montaña, dieron con una “sombra” de su hechura que fuera a inaugurar los pantanos de Extremadura mientras Franco pescaba el salmón o mataba las perdices.



Leer más...

Las flores de la guerra

🌟🌟

Hace un par de años, en Ciudad de vida y muerte, conocimos la toma de Nanking por los japoneses, y la herida que aquello abrió en el orgullo del pueblo chino. Aunque la memoria flaquea, y todos los salvajismos guerreros terminan por parecerse, uno guarda el recuerdo de una gran película, aunque el relato de las atrocidades fuera, como no podía ser de otro modo, maniqueo y parcial. 

    Desde aquellas guerras chino-japonesas del siglo XX, los dos tigres asiáticos se odian como felinos, y una película que fuera china y equidistante con Nanking habría sido tan utópica como una película israelí complaciente con el Holocausto. Porque, además, el hecho innegable es que las tropas japonesas entraron en la ciudad a sangre y fuego, sin reparar en disyuntivas de civiles o militares, hombres o mujeres, niños o adultos. Una de las grandes atrocidades del siglo XX, que ya es mucho decir. 





            De todos modos, los gobernantes chinos no debieron de quedar satisfechos con aquella propaganda, quizá porque Lu Chuan rodó su película en blanco y negro y no se vio el rojo brillante de la sangre. Así que dos años después, para subrayar el (según ellos) carácter intrínsecamente perverso de los nipones, le encargaron a Zhang Yimou esta otra película de mil millones de presupuesto y una estrella occidental encabezando el reparto. 

    Los que han participado en ella se han forrado de billetes, y han conseguido el aplauso entusiasta de los prebostes del Partido. Pero la película, entre ustedes y nosotros, es una caca. Las flores de la guerra lleva el maniqueísmo hasta extremos ridículos, la cursilería hasta límites antenatresianos. La ñoñez de su historia -que aseguran verídica- hasta la arcada precursora del vómito. Tiene, además, el atrevimiento moral de sugerir que la vida de una puta vale menos que la vida de una novicia, porque estas van camino del cielo, y aquellas camino del infierno por la vía vaginal. La vía duodenal de Chiquito de la Calzada, no te jode... Las flores de la guerra es deleznable en las formas y execrable en la moraleja. Más que una película china, parece una propaganda de Vaticano Productions. Una de mártires cristianos sin leones ni romanos, pero con tanques y japoneses. A esto le llaman modernizar el mensaje.



Leer más...