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Videodrome

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Videodrome cuenta la historia de un productor de televisión-basura al que unos sujetos de oscuras intenciones, nunca bien explicadas, hacen llegar unas “snuff movies” cuya visión produce un tumor cerebral instantáneo (sic) y unas alucinaciones de las de cagarse por la pata abajo. Al pobre James Woods se le abren coños en la barriga, y se le funden las manos como derretidas por el sol. Una cosa como de Luis Buñuel, o como de sueño salvaje de Fellini, pero a lo bestia.

    Videodrome sólo tiene sentido en su primera media hora. Hay momentos en que Cronenberg parece reflexionar sobre la violencia en los medios, y sobre la mierda catódica que nos salpica. Pero luego, en un giro lisérgico e imprevisto, le cede el testigo de la locura a su hermano gemelo Bergcronen, y ya no hay manera de discernir la realidad de la alucinación, la vigilia de la pesadilla. La idea coherente de la excusa gratuita que sólo busca provocar el asco –es un decir, con estos cutre gores del año 83- y cazar, de soslayo, como quien no quiere la cosa, alguna teta golosa que pasaba por allí.

Si uno se fía de lo leído en los foros, hay gente que sí parece haber entendido la moraleja: el profundo alcance humanístico de esas cabezas reventadas como cocos. De esos vivos que estaban muertos desde el principio y luego reviven en las alucinaciones metálico-cárnicas de James Woods.  Mi pobre inteligencia, desde luego, no llega a tanto. Donde yo, tan primario y tan simple, sólo veo vísceras gratuitas y tetas que tampoco son gran cosa, la verdad, otros ven un futuro distópico de los medios, y un análisis contemporáneo de la locura. Una indagación metafílmica de la violencia como arquetipo antropológico consustancial al verbo... Donde yo, tan superficial, tan ciego, tan somnoliento siempre a según qué horas del día, sólo veo manías inveteradas del director, y ganas de montar tertulias con sus pasotes, otros, los cinéfilos, analizan la cosmovisión de un iluminado y casi de un profeta... 

No sé. Está claro que falta algo en mi educación, en mi sensibilidad, en mis entendederas. Soy el espectador fallido de los productos ambiciosos. De los simbolismos autorales. De las películas con múltiples capas.  O con capa ninguna. Soy un engaño andante. Un impostor de la cinefilia. Un mentiroso.

           

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