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The Girlfriend Experience (serie TV)

🌟🌟🌟🌟

Para quien no lo conozca todavía, Max, mi antropoide, es un simpático mono que vive realquilado en mis entrañas. Él nunca ha conocido la vida en libertad, y todo lo que sabe del mundo lo ha visto a través de mis ojos. Durante el día se entretiene con su neumático, y con su caja de plátanos, allá en las cavernas de mis digestiones. Pero luego, por la noche, Max sube a mi azotea para ver juntos la película del día. Max suele aburrirse con mis ficciones, que están un peldaño por encima de su escalón evolutivo, y protesta por lo bajini, y bosteza con su bocaza de mico. A él le gusta el trazo grueso, la simpleza adolescente. El desnudo de una bella señorita, si hay un poco de suerte con el guión. Y es por eso que a veces, conmovido por su soledad, yo le concedo pequeños caprichos para tenerlo feliz, y ponemos en el vídeo cosas como Supersalidos, o una película de los hermanos Farrelly, o un sainete de Pajares y Esteso con destapes ochenteros de mucho reírse, que nos reconcilian para una larga temporada.

    Max se las prometía muy felices con The Girlfriend Experience, que es una serie de alto voltaje sexual inspirada en la película que dirigiera Steven Soderbergh, y que protagonizara, casi todo el rato vestida, porque buscaba un cambio de registro, y un reconocimiento profesional, Sasha Grey, la porno star más famosa de nuestros ordenadores. En la serie ya no es Sasha la que proporciona este servicio de alto standing que incluye conversación intelectual, cena con champán y polvos apolíneos en apartamentos muy modernos con vistas al skyline. Ahora la protagonista es Riley Keough, la nieta del mismísimo Elvis Presley, que es una chica guapísima que en los reclamos publicitarios aparecía más desnuda que vestida, de tal modo que Max ya estaba que se subía por las paredes gastrointestinales, y daba pequeños gritos de pre-excitado horas antes del estreno.

    En The Girlfriend Experience hay mucho sexo, sí, pero no es del que caldea las habitaciones, ni deforma los pantalones, para desilusión mayúscula de Max. Lo que acontece en esas camas de altos vueltas es una transacción económica muy educada y también muy gélida. Los hombres se afanan, sudan, tratan de amortizar los mil dólares que han pagado por cada hora de compañía, pero la señorita Christine, que es una profesional como la copa de un pino, presta su cuerpo y jalea las intentonas, mientras repasa mentalmen te las lecciones de su carrera de Derecho, que ahora tiene algo abandonadas. The Girlfriend Experience es una serie de diálogo escaso, de ambientes desangelados, de planos abiertos donde los personajes van y vienen como criaturas en un zoo de cristal. El trato es exquisito porque aquí todo el mundo es universitario como poco, y hay mucha tolerancia y mucha sofisticación en los ambientes. Pero aquí cada uno va a lo suyo. Soledades que se cruzan y se descruzan. Una serie de poso amargo que yo he disfrutado como ser humano algo misántropo, mientras que Max, aburrido como un simio defraudado, se quedaba dormidito en mi regazo. 




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Open windows

🌟🌟🌟

Open windows es un curioso experimento de Nacho Vigalondo. Una apuesta que tal vez hizo con los amigos, o con la productora, para rodar un thriller con varias tramas y personajes que cupiera en la pantalla de un ordenador, a modo de ventanas que se van abriendo y cerrando. 

    Y no le ha salido mal la película, no señor, aunque la parte final, que es curiosamente la que se escapa del artificio, de la ocurrencia, vaga por los caminos más trillados del suspense. Open windows,  despojada de las tramas criminales, es la triste historia de un pajillero que monta una página web en homenaje a su actriz amada, con fotos y vídeos, con noticias y cotilleos, y uno siente que comprende a ese personaje, que se identifica con él, porque muchas veces he pensado que este mismo blog, con su pátina de cinefilia, con su verborrea de gafapasta, no es más que una tapadera, una excusa rebuscada para hablar de mujeres bellísimas y poner fotos suyas a modo de ilustración.




            En realidad, Open windows se desinfla en el mismo momento en que Sasha Grey, la ex-actriz porno, ahora reconvertida en actriz seria, se abre la bata ante la webcam y nos enseña ese bello torso que muchos ya conocíamos de su etapa anterior, de cuando se ganaba los dólares haciendo felices a hombres y mujeres, a veces en entrega individual y a veces formando parte de equipos muy coordinados. Una vez que nuestra curiosidad queda satisfecha, y que comprobamos que Sasha Grey sigue siendo una mujer muy hermosa de complexión juvenil, Open windows baja de voltaje y deja de interesarnos un poquito. Es como esa súbita indolencia que a uno le entra después de eyacular. Uno quisiera hacerle cariñitos postcoitales a la pareja, como quiere, también, prestarle atención a la película de Vigalondo, pero el bajonazo del ánimo está fuera de nuestro control. Son fuerzas hormonales muy poderosas las que en esos momentos toman el control, y nos secuestran las intenciones que nacían, ay, puras y románticas.


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Magic Mike

🌟🌟🌟

Hace cuatro años que Steven Soderbergh retrató la vida cotidiana de una prostituta de lujo en The girlfriend experience: película modesta, cortísima, sin apenas recorrido, que en este blog perdido en la galaxia sí recibió sonoros aplausos. Sasha Grey, ahora reconvertida en actriz seria, bordaba su papel de mujer vestida, y sin una polla clavada en la boca y otra en el ojete, Sasha salía en pantalla de lo más natural y convincente. Una gran actriz, después de todo. 

Ahora, en Magic Mike, en el reverso masculino del morbo, Soderbergh nos cuenta las andanzas de un striper que menea el rabo en un local nocturno de Florida. El actor en cuestión es Channing Tatum, ídolo de las mujeres y de los homosexuales que se pirran por los cuerpazos esculpidos. Para el heterosexual que esto escribe, Magic Mike es el recordatorio hiriente de que hace muchos años abandoné mi cuerpo para dedicarme al cultivo del alma. Contemplo esos músculos del señor Tatum que se contonean ante las mujeres, y no puedo evitar, de reojo, con algo de asco, echar una mirada a esa barriga donde reposo el plato de la cena, a esa pantorrilla extendida sobre el puff que ya es más lípida que proteica. A ese dibujo de mi cuerpo que es en general curvilíneo y flácido, como un muñeco de Michelín que no hubiese pegado una carrera en su puta vida. Ningún extraterrestre recién llegado a la Tierra apostaría cuatro euros galácticos a que Channing Tatum y yo pertenecemos a la misma especie animal.

Al terminar de ver Magic Mike -como si uno viajara a la dimensión oscura de lo masculino, donde habitan los tipos fofos y decadentes, encuentro en Canal + a Louis C. K. monologando sobre los achaques que le asaltan a sus cuarenta y cinco años:

"Y otra cosa sobre mi edad. Pongamos que estoy sentado en cualquier lado, algo que..., ja, ja. Me encanta estar sentado. Prefiero estar sentado sin hacer nada que estar de pie follando. Es muchísimo mejor que correrse. Muchísimo mejor. A mi edad, si estoy sentado, y alguien me pide que me levante y que vaya a otra habitación, primero me tiene que dar toda la información. Tiene que explicarme todo el rollo: "¿Cómo? ¿Por qué? No, pero ¿por qué?" "¡La grúa se te lleva el coche!" "Pues será mi destino". Porque levantarse es todo un tema. Antes debo decidir si de verdad quiero seguir vivo. Empecemos por ahí".




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The Girlfriend Experience

🌟🌟🌟🌟

The Girlfriend Experience es la curiosa indagación de Steven Soderbergh en la vida cotidiana de una prostituta de lujo en Nueva York. Una prostituta que no vende sexo exactamente, o no sólo, sino una girlfriend experience completa, global, cuerpo y espíritu, la ilusión masculina de que esta mujer guapísima y sofisticada, previo pago de 10.000 pavos la noche, es tu novia solícita y enamorada. Un subidón de autoestima artificial que sólo pueden pagar, curiosamente, los que ya tienen la autoestima por las nubes. Es una gran contradicción, sí. El contrato incluye cine con palomitas, cena en restaurante chic, y confesiones muy íntimas en la almohada cuando llega el cigarrillo de después... Un servicio, ya digo, muy exclusivo, que sólo pueden permitirse los tiburones de las finanzas y los cachalotes de la política, estresados por el trabajo de tener que robar a tantos pringados.



            La chica que encarna a la girlfriend en cuestión es Sasha Grey, la actriz porno más famosa de nuestros pecados inconfesables. Sasha no es una mujer mayor, ni mucho menos, y conserva sus atractivos como si hubiera pactado su edad con el diablo. Pero se ve que necesita cambiar de aires profesionales: abandonar las camas, las piscinas, los asientos traseros de los coches, y hacer cine del que se desarrolla en otros ambientes más normalizados, con conversaciones que no se dirigen siempre hacia el mismo y húmedo tema. Sasha también se ha tomado la película como una personal experience, como un desafío novedoso a su carrera de actriz, y nosotros, por supuesto, sus fans más o menos entusiastas, aplaudimos y respaldamos sus inquietudes.


           De cualquier modo, el personaje más fascinante de la película es ese tipo que se presenta a sí mismo como Probador de Prostitutas de Lujo, un fulano que a modo de inspector de la guía Michelin pide permiso para catar el producto, y a cambio te regala una crítica laudatoria –o no- en su blog especializado. Es un hombre mayor, veterano, que con el cuento de su sacrosanta palabra ha vivido miles de experiences así por la cara. Un tipo muy listo, o un jeta de cuidado, o un viejo rijoso lamentable, lo que ustedes prefieran. 





            
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