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Madres paralelas

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Desde el principio había algo que fallaba estrepitosamente en “Madres paralelas”. Algo indefinido y molesto. Los espectadores movíamos mucho los dedos de los pies, y carraspeábamos como queriendo iniciar una queja de cinéfilos. Pero como no sabíamos definir lo que nos mosqueaba, al final nos quedábamos a media intención, medio mudos, o medio tosidos, según la postura. Quizá, simplemente, es que nos daba miedo criticar a Pedro Almodóvar de buenas a primeras, a quemarropa, sin concederle unos minutos de cortesía. Como si nos doliera señalar la imprevista desnudez de su nuevo emperador.

De pronto, hacia el minuto veinte, en un unísono telepático que nos sacó la risa más tonta del repertorio, giramos las cabezas, nos miramos con cara de Arquímedes gritando ¡eureka! y nos dijimos: “Hablan raro, ¿no?” Y era eso, justamente: que hablaban raro, como atrapados en un teatro para pedantes de la palabra. Como criaturas de un novelista con muy poco oído para el lenguaje coloquial, o con muchas ganas de epatar al personal. Más aún: “Madres paralelas” era un recitativo de actores y actrices que no se creían para nada el texto que declamaban.

-                      - Mejorará -nos dijimos mientras desenredábamos la mirada, pero lo cierto es que “Madres paralelas” ya nunca remontó. Al revés: se fue hundiendo más y más en un fango de frases bobas y de diálogos sin veracidad. Todo muy bien dicho, pero gélido y sin alma. Un compendio de altisonancias sin resonancias, quiero decir.

    Me acordé, de pronto, de aquella entrevista  que le hicieron a Alec Guinness cuando estaba rodando “La guerra de las galaxias” en Inglaterra. Sir Alec vino a decir que no entendía nada de las majaderías que George Lucas adjudicaba al personaje de Obi Wan – “¡Siente la Fuerza, Luke!", y cosas así- pero que él era un profesional como la copa de un pino y que se debía a sus líneas de diálogo y a las indicaciones de su director. Y así es, un poco, o un bastante, “Madres paralelas”: actores y actrices que recorren los caminos de la Fuerza Almodovareña mientras piensan dónde van a cenar cuando acaben de rodar.





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