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Las consecuencias del amor

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Las consecuencias del amor no son las mismas si el amor viene correspondido o si viene contrariado. Nos ha jodido. Es como la noche y el día; como la hiel y la ambrosía. Si el amor es correspondido, sus consecuencias primeras son volverte medio loco y medio imbécil. Como de niño reestrenado. Te vuelves cursi y atolondrado, monotemático de quien te corresponde. Ya te mola hasta la poesía, que antes no leías ni por el forro. El amor recíproco es un chute de endorfina. Un enajenación mental que tú sabes transitoria, pero que desearías que se prolongara durante años aun a costa de tu salud, hasta el derrumbe definitivo. El amor correspondido es droga pura; y droga dura además. Es la lotería de Navidad, el favor de los dioses. Una potra de la hostia. El combustible necesario. El premio por existir.

Pero ay, cuando el amor no es correspondido: entonces también te vuelves medio loco y medio imbécil, pero en valores negativos. Lo mismo que antes, pero al otro lado del eje de coordenadas. Donde antes reinaban los números positivos, ahora todo es negatividad y mala uva. Es como si el cielo se derrumbara sobre tu cabeza, como temía Panorámix, pero así todos los días, y a todas las horas, desde que te levantas hasta que te acuestas. El martilleo incesante. Sabes -por experiencias anteriores- que esas nubes negrísimas terminarán por esfumarse, y que algún día lejano dejarás de pensar en quien no te quiere y no te devuelve las llamadas. Pero hasta entonces todo es lágrima y retortijón. El amor no correspondido también es droga pura, pero droga de la chunga. De la que ni siquiera te coloca. Un mal viaje de la hostia. Una náusea permanente. Un crucero de no-placer sobre aguas agitadas. Un mal fario de la fortuna. Una mirada retorcida de los dioses. El castigo por existir.

(El amor de Titta di Girolamo no entra dentro de estas categorías porque es amor correspondido, pero imposible de corresponder. Digamos que hay... circunstancias. Impedimentos. Edades y deberes. Jodiendas. La mafia y todo eso. Es un amor peculiar, como todo lo que rueda Sorrentino. Y es bueno que así sea).





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