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Ascensor para el cadalso

🌟🌟🌟🌟


“Ascensor para el cadalso” no sería ese clásico que perdura en nuestra memoria si no fuera por la música de Miles Davis. Creo que en eso estamos todos de acuerdo. La pelicula, como thriller, solo tiene un pase, y con la belleza de Jeanne Moreau paseando por París no hubiera bastado para encumbrarla. Y mira que era bella, Jeanne Moreau... La película necesitaba un golpe de suerte para alcanzar la trascendencia, la inmortalidad de las filmotecas. Y el golpe de suerte llegó con Miles Davis, que estaba paseándose por las cercanías del rodaje. París - siempre tan culta, tan chic, tan atrevida- era entonces la avanzadilla del jazz en Europa, así que el golpe de suerte también tuvo algo de destino escrito en el viento.

He leído la historia en internet: terminado el rodaje de la película, un ayudante de Louis Malle averigua que a Miles Davis le han suspendido varias actuaciones y que anda libre por la ciudad. Piensa que a la película le quedarían cojonudas unas improvisaciones de su lánguida trompeta. Cine negro francés con banda sonora de cine negro americano... Al ayudante no le cuesta mucho convencer a Louis Malle porque él también era un gran aficionado al género. Miles Davis accede a un acuerdo monetario y Jeanne Moreau se presta a hacer de simpática anfitriona en las jam sessions. Los astros empiezan a alinearse en el pentagrama. En apenas unos días, Miles Davis y sus muchachos improvisaron unas musiquillas frente a las imágenes ya rodadas, y de algún modo mágico, inspirados por ese pasear tambíen lánguido de Jeanne Moreau bajo la lluvia, dieron con las notas exactas y ya inolvidables.

“Ascensor para el cadalso” forma parte de este ciclo tontísimo que me he autoimpuesto: “Películas que transcurren en París después de haber visitado Paris”. Y es que tiras de la cuerda y no paran de salir chorizos... Pero aquí, la verdad, no sale mucho la ciudad. De hecho, increíblemente, nunca se ve el falo metálico de la Torre Eiffel. Sí, un poco, el Sacré Coeur de Montmartre, tras el ventanal del asesinato. El Sacré Coeur es esa puta iglesia que edificaron para honrar a los caídos en la lucha contra La Comuna... El Valle de los Caídos francés, como si dijéramos. Qué asco, nen. Pero qué película tan bonita.





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Miles Ahead

🌟🌟🌟

Al terminar de ver Miles Ahead uno desearía no estar en casa, sino en el cine club universitario, con muchas personas alrededor carraspeando y comentando. Con Don Cheadle presente para responder a nuestra perplejidad: "¿Qué quisiste contar, brother?" Porque mira que hay biografía en Miles Davis para llenar la película, entre auges y caídas, trompetas y quintetos, compañeros de fatigas y pibones de morirse... Una vida excesiva y completa que daría para un serial, más que para una película. Y sin embargo, tío, aunque claves la caracterización y los gestos, a medio metraje se te va la cosa a un episodio inédito de Corrupción en Miami. Sólo que el blanco ya no es Crockett, ni el negro Tubbs, que tenían un estilazo de la hostia y unos Ferraris Testarossa que derrapaban, sino que ahora el negro es Miles Davis desastrado, y el blanco Obi-Wan Kenobi disfrazado, dos tipos puestos de coca hasta las cejas que persiguen una grabación musical muy secreta, con tiros y persecuciones, mamporros y soplamocos, en una opereta que consume minutos y minutos con el único objetivo de explicarnos que Miles, en sus crisis artísticas, en sus apagones creativos, era un sujeto depresivo y bastante maniático. Oído, cocina.


     Si este es el enfoque novedoso, el camino no trillado, el acercamiento imprevisible que los críticos profesionales tanto alababan en sus columnas, prefiero un episodio original de Corrupción en Miami, que allí por lo menos salían unas jatazas de babear, siempre medio en chichas por las playas, zarandeando las cachumbas al ritmo del jazz latino, que no es tan seductor como el que salía de la trompeta mágica de Miles, pero que no deja de ser jazz, qué narices. Con el episodio original de Corrupción en Miami yo podría, además, revivir aquel chiste de mi infancia, que mira que éramos tontos e inocentes los chavales: esperar a que salga sobreimpresionado el nombre de Don Johnson en los títulos de crédito para decir con voz grave de locutor radiofónico, por lo bajini: "Corrupción en Miami, con-Dón Johnson..." El descojone total de la época, entre los chavalillos que contábamos los pelos hueveros con los dedos de una mano. 


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