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El cuaderno de Tomy

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En los viejos cuestionarios de las revistas se preguntaba a los lectores por la salud, el dinero y el amor. Pero aunque las matemáticas sean complejas, y difíciles de resolver, en realidad la salud siempre ha sido la incógnita principal. Si hay amor, casi todo se cura; y si hay salud, ya sonríes de otra manera, y hasta te enamoras, o se enamoran, de otro modo. El dinero también ayuda a tener mejor salud y mejores oportunidades. O no: puede que el dinero atraiga el exceso y el mal fario. Es complicado. Es una trigonometría abigarrada de cosenos y tangentes. Algebra pura. Pero la salud es lo que cuenta. Siempre. En último término.

Lo que pasa es que solemos darla por hecha y por eso la rebajamos de categoría. La salud es como respirar, como poner un pie delante de otro para caminar. No nos damos cuenta y por eso no lo valoramos. Pero es la hostia. Lo es todo. Basta con entrar en un hospital -aunque sea de acompañante, como hice yo hace tres días- para que de pronto se altere la escaleta de preocupaciones. Enfilas el primer pasillo y ya estás haciendo recuento de tus órganos vitales, a ver cómo los sientes, cómo los has sentido en estas últimas semanas. Atareado en el trabajo y en el amor hacía tiempo que no les dedicabas ni un solo pensamiento. Si acaso, al corazón de las poesías, y al engrosamiento de tus cataplines, cuando en el curro te vienen con zarandajas

Y eso, ya digo, si entras en el hospital de mero acompañante. Qué órganos no recontará quien entra -como era el caso de mi familiar- a ser operado de una cuestión menor, de gravedad relativa, pero con esos focos del quirófano que se encienden sobre tu cabeza como ovnis que acojonan.


Qué no pensará, al borde del abismo, quien va a morirse ya sin remisión, como María Vázquez en la película. Como María Vázquez en la vida real. Esa lucidez tenebrosa... Y aun así, qué complicado es todo. Porque qué diría ella si un genio maligno le propusiera no volver a ver su marido y a su hijo a cambio de su cura.





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El estudiante

🌟🌟🌟

Roque es un alumno de la universidad de Buenos Aires que no le da ni un palo al agua. Roque es alto, guapo, de mentón prominente y sexualidad desbordante, así que solo quiere follar con sus compañeras más guapas o más predispuestas. Un macho alfa en toda regla. Mientras el dinero de sus padres o el de las becas siga manando de la cuenta corriente, él pasará los trimestres de cama en cama, de flor en flor, hasta que las asignaturas se aprueben por sí solas. Dios proveerá, hermanos, es el lema que guía su desgana estudiantil. 

   
         Pero nuestro héroe, que vive más feliz que la abeja Maya, se topará con un desafío vital: la chica más guapa del cotarro es, al mismo tiempo la más inteligente de todas. Paula es hermosa, liberal, estudiosa... Un ángel de ojos azules naufragado en el Mar del Plata. Ella frecuenta poco las discotecas, los botellones, las boites donde uno se expone y bichea al personal. Paula reparte su tiempo entre el estudio y el activismo político. Tiene dos lunares en la mejilla que parecen tatuados por un artista...  A Roque le bastan dos escarceos infructuosos con ella para comprender que no va a conquistarla con las tácticas habituales. A Paula le repatean los tipos no comprometidos, los neutrales, los que pasan por la universidad sin tomar conciencia de la realidad, sólo pendientes de sus asignaturas, o de sus pollas inquietas. Paula odia a los tipos como Roque. Ella necesita alguien en quien confiar, sereno, inteligente, participativo. Le vuelven loca los políticos en ciernes. Sólo con ellos alcanza unos orgasmos pletóricos que se le van luego en verborrea sobre los impuestos.

           Roque necesita estar a la altura de quien ya es el amor de su vida, y para ello tendrá que subirse a la tarima, a despotricar contra el rectorado. Ni de izquierdas ni de derechas, Roque está a la que salta, buscando un ecosistema en el que destacar y atraer las miradas de Paula. Al principio, impetuoso e indocumentado, Roque meterá la gamba en los debates, y elegirá mal a los compañeros de andadura. Pero va a aprender muy rápido. La testosterona que apabulla a las mujeres también sirve para manejar a los hombres timoratos. Ellos le reconocerán como el líder de voz poderosa y gestos enérgicos. Es ahí cuando El estudiante abandona los derroteros de la comedia romántica para ponerse muy seria, muy didáctica, y también un pelín aburrida. La última hora es casi entera para Roque, que descubrirá la otra erótica -también irresistible y orgásmica- del poder. Mientras tanto, para nuestro sollozo inconsolable, Paula pasará a un segundo plano lejanísimo y casi testimonial. Ella, la guapa inteligentísima, que fue la chispa, el estímulo, la inspiración de todo esto.




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