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El navegante

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Por una serie de casualidades que ahora no vienen al caso, Buster -el pretendiente- y Betsy -la chica que le ha dado calabazas- navegan a la deriva a bordo del Navigator, un barco de recreo que se ha convertido en una prueba de supervivencia. Buster y Betsy están solos a bordo, sin tripulación, sin fogoneros, sin cocineros que les preparen la comida. Ellos son gente de buena familia que no sabe ni freír ni un huevo ni preparar un café, así que aprovechan las conservas de la despensa para sobrevivir al primer día en el océano. Las latas se resisten, los gags se suceden, y con los estómagos medio vacíos y el orgullo algo tocado, los amantes de Teruel, California, se preparan para pasar su primera noche en los camarotes.

    Si esto fuera una película porno, diríamos que El navegante ha tardado mucho tiempo en arrancar. Llevamos veinte minutos de metraje y aún no hemos visto ni un beso casual en las mejillas. Y eso que la situación -solitarios en alta mar, con decenas de camarotes a su disposición, y el bamboleo sensual del oleaje- es más que propicia para dar rienda suelta al instinto de la carne. Si hoy fuera viernes y esto fuera el Canal + de mi juventud, Buster y Betsy terminarían por encontrarse al sentir el primer escalofrío de la brisa. Que si tú no sé qué, que si tú no sé cuál, y en el siguiente plano ya los tendríamos a los dos como Dios los trajo al mundo, cumpliendo paso a paso los protocolos establecidos en el cine porno, que empieza por aquí y termina por allá con una rigidez ritual muy parecida a la liturgia de la misa dominical.

    Pero esto, no lo olvidemos, es una película de Buster Keaton, con sus trompazos y sus ocurrencias. Solo al final se produce un piquito entre los amantes reconciliados, que después de pasar las mil y una sobreviven castos y puros a la larga travesía por los siete mares. En el momento más peliagudo de su aventura tienen que vérselas con una tribu de indígenas que se quedan prendados de Betsy, y que hacen todo lo posible para subirse al Navigator con escalas de junco y troncos de palmera. El guion dice -para quitarle hierro al asunto- que son una panda de caníbales que no conocen la civilización ni la lata de atún. Yo creo que aquí había un gangbang que luego la censura fulminó. No sé.





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