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El círculo

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Aunque sea su película más aclamada, El círculo, que es la tercera película del iraní Jafar Panahi, es igual de aburrida que las dos anteriores. Imposible verla a según qué horas sin bostezar varias veces, sin mirar el reloj cada diez minutos, sin librar una dura batalla contra los músculos que sostienen el cuello y mantienen la vigilia.

Aquí Panahi no coge la cámara para perseguir a niñas caprichosas en historietas de moraleja infantil, sino a mujeres hechas y derechas que caminan a escondidas por las calles de Teherán. A veces huyen de la policía por delitos que en occidente también serían motivo de persecución. Pero otras veces, las más, tratan de evitar la multa o el calabozo por cosas como fumar en público, o viajar a solas en el autobús sin una autorización del padre, o del marido. Terribles pecados contra la moral y las costumbres, como se ve. Uno ya sabía de estas cosas antes de ver El círculo, pero una cosa es leerlas en los periódicos, o escucharlas en la radio, y otra muy distinta verlas en imágenes, en una película que en realidad es un docudrama filmado cámara en mano. Muy tremendo todo, y muy triste.

Sucede, curiosamente, en estas películas de Panahi, que los hombres de la calle, los que venden los billetes o conducen los taxis, son tipos amables que tratan a las mujeres con sumo respeto. Que las ayudan, incluso, los más valientes o civilizados, a esconder sus ridículos pseudodelitos contra la teocracia. Pero quizá no convenga engañarse. Es muy difícil distinguir quién las considera iguales en esencia y quién las trata con el cuidado reservado a los animales muy valiosos. También hay ganaderos que tratan a sus vacas como a reinas de los campos. Da un poco de asco, todo esto de Irán. 

Pero no debemos, tampoco, los occidentales, sentirnos muy superiores. Los sacerdotes de aquí y los sacerdotes de allá piensan cosas muy parecidas sobre las mujeres. Son religiones que comparten libros y tradiciones. Nuestra sociedad civil está hecha de un tejido muy frágil. Tenemos a muchos iraníes camuflados entre nosotros, esperando su oportunidad. Un nuevo gobierno y zas: ya están aquí otra vez, los ayatolás con alzacuello. Como hace cuarenta años. La victoria moral es, de momento, pírrica.




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