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Caída y auge de Reginald Perrin. Temporada 2

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Hace casi cuarenta años que David Nobbs, el creador y guionista de Caída y auge de Reginald Perrin, tuvo la intuición preclara del consumismo disparatado que ahora vivimos. Despedido de su trabajo, harto de la vida convencional, recientemente convertido a la fe de los misántropos, Reginald Perrin regresa al mundo de los negocios con un concepto tan cínico como revolucionario. Nunca volverá a engañar a los clientes. En su tienda sólo se anunciarán y se venderán productos innecesarios, absurdos, gilipolleces sin función que tarde o temprano irán a parar al trastero, al garaje, al rastrillo comunal. Al contenedor de la basura.

Reginald: ¡Basura!
Elizabeth: ¿De qué estás hablando?
Reginald: El nombre de nuestra tienda.
Elizabeth: ¿Cuál?
Reginald: La tienda donde venderemos basura.
Elizabeth: ¿Qué basura?
Reginald: La que venderemos en nuestra tienda.
Elizabeth: No te entiendo.
Reginald: ¡Basura!
Elizabeth: No sé de qué hablas.
Reginald: Tenías toda la razón con lo de la tienda. Fabricaremos y venderemos basura.
Elizabeth: ¿Qué quieres decir?
Reginald: Planeo fabricar cosas que no sean más que basura, que no sirvan para nada y venderlas muy caras, a gente que no le encuentre ninguna utilidad.
Elizabeth: Basta de hacer el tonto.
Reginald: Lo digo en serio
Elizabeth: Me dijiste que cambiarías, que serías otro.
Reginald: Lo dije y lo soy, cariño. ¿Qué quieres que haga? He sido convencional durante 25 años de mi vida. ¿Crees que después de todo lo que hemos pasado seremos convencionales? ¿Qué quieres que haga? ¿Horquillas para el cabello? Mi epitafio: "Aquí yace Reginald Perrin. Hizo 700 trillones 659 billones 747 millones 538 mil horquillas. Y todas eran exactamente iguales".
Elizabeth: Pero basura... Se darán cuenta de que es basura.
Reginald: Pero por lo menos lo sabrán. No los engañaremos. Pondremos: "Todo lo que se vende en esta tienda es inútil". Nuevo concepto de ventas.
Elizabeth: Reggie...
Reginald: Vamos, cariño, será divertido. Le daremos al mundo lo que se merece.





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Caída y auge de Reginald Perrin. Temporada 1

🌟🌟🌟🌟

Reggie Perrin. 46 años. Ejecutivo de ventas de Sunshine Desserts. Aburrido. Estresado.

Con este rótulo explicativo comienza cada episodio de Caída y auge de Reginald Perrin. Al fondo, mientras leemos la presentación, el propio Reginald va desnudándose en la playa y adentrándose en el mar, dispuesto a confundirse con las olas, a disolverse entre la espuma y la sal para ser uno con la naturaleza inorgánica. La vida de Reginald Perrin es un Día de la marmota que no transcurre en Punxsutawney, sino en los suburbios de la clase media londinense. Nuestro cuarentón vive una crisis tan típica, tan de manual, tan parecida a la angustia del espectador medio, medio calvo y medio gordo, como quien esto escribe, que muchas veces me parece estar viéndome ante el espejo. 

Aunque venden sus trapisondas como una comedia, y hay muchas risas enlatadas cosecha del 76, las andanzas de Reginald Perrin son más trágicas que otra cosa. Tragicómicas, podríamos decir, si no estuviera tan manido el adjetivo. El aburrimiento de los hijos, la idiotez del trabajo, la rutina descafeinada del hogar... La fantasía erótica con la secretaria, con la vecina, con la chica del televisor. La sensación lacerante de saberse uno para metas más altas, para vidas más emocionantes, para trabajos más cualificados. La estupidez de unos, el egoísmo de otros, la petulancia de los más prescindibles. El arribismo de los gilipollas. La aparición de los primeros insomnios, de los primeros dolores, de las primeras disfunciones que ya nunca se arreglarán del todo. El miedo a la muerte cada vez más cercana, más hediondo el aliento, más apreciable el susurro, más perfilada la guadaña. La angustia de morir, y de no vivir mientras se la espera. El aburrimiento, el desconsuelo, el llanto... 


Doctor: ¿Notas que no haces el crucigrama como solías hacerlo? ¿Mal sabor de boca por la mañana? ¿No paras de pensar en sexo? ¿No puedes hacer nada para remediarlo? ¿Te levantas sudado? ¿Te duermes viendo la tele?
Reginald: ¡Extraordinario! Es exactamente lo que me pasa.
Doctor: Y a mí. Me pregunto qué será.






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