Mostrando entradas con la etiqueta Dan Harmon. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dan Harmon. Mostrar todas las entradas

Rick and Morty. Temporada 3

🌟🌟🌟


A mediados del siglo XXIII -a más tardar el siglo XXIV- ya se venderá la pistola de portales en las farmacias. Será un remedio tan cotidiano como las compresas o como los sprays para la nariz. 

Primero habrá que descubrir los agujeros de gusano, claro, y luego aprender a atravesarlos sin disgregarnos. Para eso se están gastando millonadas en el CERN, digo yo, acelerando partículas hasta velocidades casi lumínicas. Algún científico loco hallará la manera de reconstruir nuestra información al otro lado del espejo: los genes y la memoria. Cuando ese pequeño detalle quede solucionado, habrá otro científico despeinado que logre generar los agujeros de gusano con una pistola, a gusto del consumidor, y entonces ya podremos viajar por todos los rincones del universo buscando el lugar más placentero que se nos ocurra. El balneario adecuado para nuestra dolencia concreta del espíritu. 

Nuestros tataranietos no necesitarán pastillas para evadirse de la realidad. Para olvidarla o amortiguarla. Los espectadores del futuro -aquellos que sobrevivan al cambio climático y a la muerte del romanticismo- se partirán el culo cuando vean las películas de nuestra época y descubran los frascos de Prozac o los divanes de los psiquiatras. Será como ver ahora a los cirujanos del Renacimiento que practicaban sangrías o aplicaban sanguijuelas. Nuestros descendientes, cuando se sientan superados por la vida, se comprarán una pistola como ésta que maneja el abuelo Rick y viajarán a dimensiones más agradables, y a rincones más apacibles. Siempre habrá un planeta que satisfaga nuestras necesidades físicas o existenciales. El universo entero será el remedio para nuestros males, y regresaremos de esos viajes terapeúticos como si volviéramos a nacer.

En un episodio de esta tercera temporada descubriremos que existe, incluso, un planeta donde nadie puede morir porque está protegido por una Cúpula de la Inmortalidad. Hasta que Rick y Morty pasan por allí, claro.






Leer más...

Rick y Morty. Temporada 2

🌟🌟🌟🌟


Las aventuras de Rick y Morty son un canto a la esperanza. El recordatorio de que fuera de la Iglesia, de la religión, de la matraca de los curas, los ateos también podemos encontrar la vida eterna y la salvación de nuestro alma. Gracias a la física de las partículas que predice los universos paralelos y los mundos sucesivos, ya no necesitamos la idea de Dios para creer en el Más Allá que nos aguarda tras disolvernos. Porque nos morimos aquí, pero no allí, en el multiverso paralelo donde Álvaro Rodríguez cruzó la calle un segundo antes de que pasara el coche que aquí le atropelló. Claro que también hay otros multiversos en los que Álvaro Rodríguez muere de niño, o alcanzado por un rayo, o atrapado en una trinchera de la III Guerra Mundial. Los Álvaros que entran por los que salen, pero siempre Álvaros, y Ricks, y Mortys, en una danza perpetua que garantiza al menos una existencia.

     La física teórica predice otro multiverso en el que la humanidad ya ha encontrado la Fuente de la Edad, el Remedio para Todo, y allí todos nosotros -bueno, la copia de todos nosotros- ya sólo se dedica a sestear, a tocar el arpa, a contemplar los amaneceres desnudos sobre la hierba, despreocupados y felices. Todo esto puede parecer inverosímil, fantasioso, cogido con las pinzas del intelecto, pero tiene una base científica que sitúa su probabilidad muy por encima de las promesas de las homilías, y las profecías de la Biblia. Las aventuras de Rick y Morty tienen un trasfondo filosófico que ya quisieran para sí muchos peñazos consagrados por la Santa Cinefilia. Donde esté un solo episodio de Rick y Morty, que se quite, por ejemplo, media filmografía inaguantable de Ingmar Bergman, ésa de los personajes atormentados por el silencio de Dios en la que no se entiende nada de nada, con caras raras, y distorsiones de la fotografía. O la filmografía completa -ya puestos- de aquel plasta danés que tanto alababan José Luis Garci y sus contertulios entre cigarrillos y pajas mentales, Carl Dreyer, el inventor del Dreyerzol, que es un medicamento muy eficaza para quedarte noqueado y echarte a  dormir.





Leer más...

Rick and Morty. Episodio 2x06

 🌟🌟🌟🌟


El otro día, en la tele. un humorista se fijaba en los niños asiáticos que cosen nuestro calzado deportivo y descubría que ellos también iban calzados con una marca deportiva porque se les veía un logo difuminado, medio en chino, o medio en tailandés, y se preguntaba, un poco en broma, pero también un poco en serio, quiénes serían los sub-niños que les fabricaban el sub-calzado. En qué otro continente superpoblado vivirían estos umpalumpas de la pobreza, africano seguramente, o quizá oculto en Google Maps, para que no nos enteremos de su existencia. La Atlántida, por un lado, y la Fábrica de Zapatillas de Willy Wonka, por el otro.

    Me he acordado de este chascarrillo afilado porque ayer, en un episodio de la serie, se descubre que Rick, para alimentar la batería del coche, ha creado un universo dentro de la misma batería, con seres inteligentes que producen electricidad para un dios llamado Rick -curiosamente- que vive más allá de su universo observable. Pero un día el coche deja de funcionar, y Rick y Morty descubren que los esclavos ya no producen electricidad porque entre ellos ha nacido un científico que ha creado, a su vez, un miniverso de subesclavos que la fabrican para su raza. Los parias que sirven al paria. Los niños que fabrican deportivas para el niño de la fábrica....

    Luego, no sé por qué, me ha dado por pensar que los amores no correspondidos también son un poco así: encadenados y subcontratados. Uno se enamora de la mujer inalcanzable que a su vez vive enamorada del hombre inalcanzable, mientras existe, quizá, una mujer que piensa que uno es inalcanzable... Aquí no hay electricidad, ni zapatillas, sino pistas que alimentan el orgullo de quien se sabe deseado pero aspira a mucho más. Un ego que alimenta nuestros sueños platónicos mientras nada se concreta, y nada se vuelve tangible y carnal. Sólo poesías en la noche.





Leer más...

Rick and Morty. Temporada 1

🌟🌟🌟🌟

A uno de mis abuelos no le conocí, y el otro nunca me llevó a planetas extraños, ni a dimensiones desconocidas. Por no llevarme, no me llevó ni a la casa del pueblo, que ya no existía, porque lo había vendido todo de joven para venirse a la ciudad.

    Mi abuelo, en la mesa de su cocina, jugaba con las cartas al solitario. Era su matarratos habitual. Su otro pasatiempo era pasearse hasta al centro cívico para jugar a las cartas. Mi abuelo, como casi todos los abuelos del mundo, no sabía nada de probetas, de artilugios nucleares, de condensadores de fluzo para viajar por el tiempo. Qué más hubiera querido yo que tener un abuelo genial y borrachín como Rick, el abuelo de Morty, para escapar de la vida aburrida de León. Para hacerme invisible, visitar Marte, descubrir elixires que me hicieran irresistible para las chicas...  Pero mi abuelo tridimensional sólo sabía de sotas y caballos, de ases y reyes, que ordenaba sobre el hule de la cocina, o sobre la formica del centro de mayores.



    Cuando a mi hermana y a mí nos llevaban de visita, mi abuelo nos saludaba sin levantarse de la silla, nos hacía dos preguntas protocolarias sobre la salud y el colegio, y volvía a enfrascarse en sus partidas solitarias, en las que solía hacerse pequeñas trampas cuando el juego se trababa. Ahí aprendí yo esa expresión de “hacerse trampas al solitario”, que me gusta tanto para algunas cosas de la vida. Mientras mi abuela nos ofrecía unas pastas y un cola-cao caliente, mi abuelo se abismaba en la sucesión numérica de las cartas, como un enigma matemático de esos que ocupan la mente de Rick, aunque salvando las distancias, claro. Yo siempre tomé a mi abuelo por un simple sin conversación, sin mundo, sin saberes, pero quizá era yo, después de todo, el simple. Quizá, donde yo soló veía una baraja de Heraclio Fournier desgastada y desordenada, mi abuelo, justo cuando no le mirábamos, construía puertas dimensionales que lo trasladaban a otros rincones del universo donde a veces se le olvidaba la boina y a veces no, porque unas veces nos recibía con ella puesta, y otras no.


Leer más...