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Blue Jasmine

🌟🌟🌟🌟

Los ricos también lloran… Así se titulaba un culebrón mexicano al que yo me asomaba de chamaco porque Verónica Castro era una mujer de muy buen ver, y además hablaba gracioso.

La expresión hizo fortuna, “los ricos también lloran”, y se repetía mucho en las tertulias cuando un millonario arrogante caía en desgracia. Que los ricos también lloraban ya era vox populi mucho antes de la serie, claro, pero que lo hicieran por amor o por celos era una novedad en la antropología que los estudiaba. En la vida real, los ricos lloraban -y a veces a moco tendido- cuando perdían sus yates y sus jets, y tenían que regresar a la vida pedestre de los pobres: a coger el metro, a hacer colas, a conformarse con el menú del día en los restaurantes. Luego, en las películas de Hollywood, siempre lograban rehacer su fortuna porque eran americanos de raza y emprendedores de la hostia, y con el único dólar que conservaron volvían a levantar un imperio que a veces era más grande que el anterior, y se vengaban con creces de sus rivales comerciales. Pero los ricos nunca lloraban por perder un amor, o por recibir un no por respuesta, porque en la siguiente escena ya estaban con un tío más bueno, o con una mujer más guapa, magnéticos, además de cojonudos.



    Blue Jasmine es una película americana que cuenta la vida de una millonaria degradada a soldado raso de la vida. Una versión muy libre de la caída en picado de Ruth Madoff, la esposísima de Bernie, que construyó una pirámide de dólares con los cimientos en las nubes. Jasmine llora con estilo, sin hipidos, y siempre agarrada a una botella de bourbon del caro. Hasta en la caída, se nota que es una mujer a la vanguardia de la moda. Quien tuvo, retuvo. Jasmine llora por un ojo lo de ser pobre y por el otro lo de haberse quedado sin marido, que era un cabronazo, y un mujeriego, pero era un tío guapísimo, y le regalaba collarazos por Navidad.

    En otra película, Jasmine tendría una esperanza para salir del pozo y retomar su vida de antes. Pero Blue Jasmine es una película de Woody Allen, y en las películas de Woody Allen rara vez los personajes remontan el vuelo, y regresan indemnes de la aventura. Es una de las cosas que más me gustan de su filmografía. Están los chistes, sí, y las ocurrencias, y las radiografías exactas de los personajes. Pero sobre todo está esa amargura, esa certeza ceniza, pero científicamente demostrada, de que la vida nunca va a mejor, y que hay que agradecer a los dioses que nos deslicemos poco a poco hacia la desgracia, suavemente, y no dando trompazos, como Jasmine, o cayendo a plomo, desde las alturas.



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