Tesnota

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La vida del cinéfilo impostor es muy dura. Y yo, queridos lectores, y estimadas lectoras, soy un cinéfilo impostor. Empecé con este vicio en la adolescencia, porque quería llamar la atención de las chicas guapas de León, presumiendo de ver películas rusas y húngaras, iraníes y exyugoslavas, en cineclubs provinciales que al final sólo frecuentaban los pajilleros y los medio tarados, y he terminado con 46 años viendo historias infumables a las tantas de la madrugada, cuando ya ni yo mismo me creo mi cinefilia. Y las mujeres, además, siguen haciendo oídos sordos, y ojazos ciegos, a estas demostraciones espurias del intelecto.



    A otros de mi generación, en la adolescencia, les dio por fumar, por beber, por conducir temerariamente, para que las chavalas perdieran con ellos su virginidad. Una hombría estúpida que todo lo fíaba al músculo y a la velocidad. Yo, por mi parte, de mi estrategia sexual tan poco fructífera, sufro secuelas que son estos malos ratos en el sofá, estas horas perdidas ante una pantalla donde los rusos y los húngaros, los iraníes y los exyugoslavos, parlotean sus propias idiosincrasias en películas lentísimas, inexplicables, de elipsis incomprensibles, de digresiones inútiles sobre un rostro hierático, un pájaro que vuela, una señora mayor que cocina las alubias... Películas, ay, de auteur extraeuropeo, o de europeo periférico, que son todavía más plastas que las películas de auteurs franceses y afrancesados, que ya es mucho decir...

    Uno, la verdad, se pone a ver películas como Tesnota porque hay un coro de críticos excéntricos que cantan alabanzas al unísono. Y aunque yo, antes de sentarme en el sofá, ya me huelo que la Tesnota de turno va a ser un rollo insufrible, porque me conozco, y conozco el paño, y sé que luego voy a venir a este folio a escribir mi arrepentimiento y mi falta de voluntad, dentro de mí todavía vive un gilipollas que no termina de emanciparse, y que no soporta la idea de contradecir a los críticos de los periódicos, que viven en otro planeta, en otro rollo intelectual. Un gilipollas indomable que quizá todavía sueña con ligarse a una hermosa mujer a las tantas de la mañana, soltándole que uno ha visto Tesnota, una película rusa muy poco mainstream, del Cáucaso para más señas, con un conflicto entre la comunidad judía y los kabardianos del lugar que yo te voy a contar, guapísima, mientras te invito a una copa y tal y cual... 

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