Los increíbles

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En mis tiempos de opositor, en el temario de Educación Especial, había veinticuatro temas dedicados a la discapacidad y sólo uno, el último, dedicado al problema de los alumnos con sobredotación intelectual. Un tema marginal dentro de los márgenes escolares.

    Se suponía que nosotros, vocacionales del reglón torcido, misioneros de la enseñanza paciente, estudiábamos para ayudar al que sufría una desventaja, no para socorrer al que nacía con un intelecto que la genética le regalaba. Un superdotado, o una superdotada, solo fracasaba en la escuela porque le daba la gana, o porque había nacido en una familia disfuncional que le cortaba las alas. 

    El tema número 25 de la oposición era tan estrambótico, estaba tan fuera de lugar, que muchos opositores pasaron de él confiando en la diosa fortuna del bombo. Yo, sin embargo, que tuve algún compañero de clase perteneciente a ese colectivo, me dejé llevar por la curiosidad, y descubrí que el mundo de los superdotados puede ser igual de problemático que el de los infradotados, al otro extremo de la campana de Gauss. Al fin y al cabo, la etapa escolar es una lucha continua por la normalidad, y el esfuerzo por establecerse en la media es igual de titánico si vienes por detrás o si te has pasado de largo. Tan duro es pedalear para alcanzar al pelotón como sobrepasarlo y tener que desandar lo pedaleado. 

    Antes de que se desate la verdadera competición por los puestos de trabajo, todo el mundo quiere pasar desapercibido. No destacar ni por encima ni por debajo, para que no lo tomen a uno por  raro, o por excéntrico, y convertirse así en el centro de los comentarios y las bromas. Los alumnos excelentes no pueden ocultar sus sobresalientes, pero hacen todo lo posible por borrar sus huellas. No alardean. Fingen que sus méritos son producto del azar, o del capricho divino. Algunos, en un esfuerzo hercúleo por no destacar, por ser como los demás, se atocinan voluntariamente, se dejan llevar, se ponen al ralentí, y negándose a sí mismos fracasan estrepitosamente como alumnos y como personas.


    Me venían a la cabeza estas cosas mientras veía Los increíbles, que es una obra maestra de la animación que va de superhéroes que quieren ser personas normales y no lo consiguen.







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