Todos los hombres del presidente

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Todos los hombres del presidente es una obra maestra. Pero no estoy seguro de que sea exactamente una película. Woodward y Bernstein son dos personajes sin contexto. Les conocemos aporreando la máquina de escribir y les despedimos mientras siguen aporreando la máquina de escribir. Nunca van a casa. Nunca toman un café para hablar sobre deportes o sobre mujeres. Nadie nos presenta a sus parejas, a sus hijos, a sus cuñados que votan al Partido Republicano... No sabemos dónde viven, qué estudiaron, cómo llegaron a la redacción del Washington Post.

     A Todos los hombres del presidente se la soplan tales minucias. Su guión va a saco, sin cuartel, la meollo de la investigación. Y todo lo demás es estorbo y despiste. La película es el relato implacable de una persecución, de una caza. Un documental, en definitiva. Un episodio de El hombre y la tierra en el que dos lobos de instinto afilado deciden colaborar para seguir el rastro de un tal Howard Hunt que aparece en las agendas de los intrusos del Watergate. Dos lobos ambiciosos, infatigables, todavía jóvenes, que poseen una jeta de hormigón armado que lo mismo les sirve para dar el coñazo al redactor jefe que para sonsacar información a las mujeres que les abren tímidamente la puerta. Dos tipos metódicos que huelen la sangre de los políticos y de sus fontaneros a kilómetros de distancia, y que no se conforman con las piezas de menor importancia, sino que prefieren beber litros y litros de café a la espera de que caiga el ejemplar más nutritivo de la manada, un ciervo alfa llamado Richard Nixon que pace muy confiado en los jardines de la Casa Blanca.



    Uno se imagina la película narrada por la voz en off de Félix Rodríguez de la Fuente en un audiocomentario del DVD y la cosa no parece muy disparatada. Washington como un bosque del ecosistema ibérico donde tiene lugar la caza silenciosa del presidente de los Estados Unidos. Y el propio Félix, o alguno de su colaboradores, haciendo el papel de Garganta Profunda, guiando a los lobos por el bosque cuando parecen haber perdido la pista, y se quedan confusos ante el arroyo, o ante la tierra removida.