El árbol de la vida

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El árbol de la vida es una película sobre el misterio de la vida. Y como la vida, en realidad, desde que Watson y Crick descubrieran la estructura autorreplicante del ADN, ya no tiene gran misterio que contar, y todo se reduce al designio de las bases nitrogenadas ascendiendo por la espiral, Terrence Malick -que al parecer no se conforma con una explicación tan materialista de la existencia-se enreda en una metáfora sobre árboles y puentes que se parece mucho al discurso de la semillita cuando tratas de camuflarle a un niño el intríngulis fornicador de la concepción.  

     En su largo transitar por las trascendencias del Ser y de la Nada, la película se vuelve teológica, paulocoelhiana, muy pesadota, y termina siendo un floripondio visual muy del agrado de los creyentes, o de los que quisieran aferrarse a la creencia. Es una película inefable, confusa, tan difícil de entender como la poesía personal o como la homilía clerical. Aunque eso sí: hipnótica y fascinante. Las imágenes son bellísimas, casi tanto como la banda sonora,  o como Jessica Chastain, que no necesitaba la escena de la levitación para que todos entendiéramos que interpreta a un ángel del Señor descendido sobre Texas.

    Los ateos materialistas navegamos por El árbol de la vida sin asumir su discurso, pero maravillados por las formas. Esto es cine de la hostia, aunque sea así, en minúscula, sin consagrar, para nosotros los descreídos. Somos visitantes de un museo donde se expone el alma de Terrence Malick en varios cuadros de preciosa composición. Y árboles, muchos árboles, como metáforas continuas que atraviesan el metraje. ¿La vida que surge del barro bíblico y asciende a las alturas donde mora el Creador? ¿Los árboles como ejemplo de seres vivos que nacen, crecen, se reproducen y mueren a manos de un ser humano con económicas intenciones? Tal vez. Pero entonces nos hubiera dado igual La cucaracha de la vida, o incluso El césped de la vida, ése que el niño Jack O'Brien siega un día tras otro como un Sísifo con cortacésped. 

    Las pelusillas del ombligo son difíciles de interpretar, y El árbol de la vida es una gran pelusa que Terrence Malick se sacó de su ombligo artístico y muy particular. 





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