El guateque

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En la teoría cinematográfica de Ignatius Farray -que sostiene que una película es buena si el contenido proporciona lo que el título promete- El guateque estaría cerca de ser una obra maestra porque en ella no hay más cera que la que arde: un guateque. Una fiesta pensada para que acudieran todos menos tú, como en la canción de Sabina: chicas guapas, tíos apuestos, caballeros con dinero. Actores que son y actrices que serán. Secretarias de los tipos importantes y esposas enjoyadas que sobrevuelan el panorama. La beautiful people congregada en la casa de diseño ostentoso, casi futurista, donde existen mil recovecos para el amor y la negociación, la aventurilla y el alcoholismo. Una fiesta de snobs, de arribistas, de adictos al sexo y buscones de la fama, a la que jamás seríamos invitados ni tú ni yo. 

    Ni, por supuesto, Hrundi V. Bakshi, el actor secundario con pinta de tolai que es el terror de los rodajes. Un metepatas legendario al que contratan para hacer de cipayo en las películas de la India colonial, pero al que nadie quiere ver cuando se guardan las claquetas y se apagan los focos para descansar.

     Pero Bakshi, en un error grafológico y garrafal, es incluido por error en la lista de invitados, y allí, en la fiesta de alto copete, será como el elefante hindú en la cacharrería. Como el tornado en la playa engalanada. El agente del caos. Peter Sellers renegrido de hindú es el protagonista absoluto de la película. Blake Edwards se limita a contemplarle con la cámara. Sellers no interpreta los gags: los hace suyos, los retuerce, les saca hasta la última gota de zumo. Nadie ha hecho el tonto como él en una pantalla de cine. El tonto absoluto. El vacío total. Ni Chaplin, ni Keaton, ni nadie. Ningún genio del cine mudo. Ellos eran más serios, más trascendentes, incluso en sus tonterías más inocentes. Sellers, lo mismo vestido del inspector Clouseau que de Bakshi el secundario, es capaz de interpretar al imbécil integral, al torpe inigualable. Al zopenco de récord mundial. Te hace reír al mismo tiempo que te pone de los nervios. 

Hay gente que no puede ver El guateque sin tomarse un tranquilizante. El tipo es irritante, inquietante, directamente asesinable. Yo me parto el culo con él.