Her

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Los colaboradores de Spike Jonze exponen sus propias ideas sobre el amor en uno de los extras que aparecen en la edición en Blu-ray. Uno de ellos, quizá el más inteligente, o el más sincero, afirma que el amor es un concepto tan escurridizo que se enreda en la lengua al tratar de describirlo. Que tiene su origen en las entrañas, y que lo que ahí sucede es tan primordial, tan instintivo, que el lenguaje, que es un atributo propio de seres evolucionados, no acierta a traducirlo en palabras. Un perrete, con sus ladridos, sería capaz de comunicar mucho mejor su sentimiento.

    Este hombre no acierta a definir muy bien lo que es el amor -como casi todos- pero sí tiene muy claro que su sentimiento contrario, su reverso negativo, es el miedo. Y es entonces, después de haber visto la película, y de haber meditado mucho sobre su moraleja, cuando comprendo que Her no es una película sobre gente que se enamora y se desenamora, sino una película sobrel el miedo a la soledad. Porque Theodore, cuando le conocemos, está solo en su apartamento, y eso es lo que genera su parálisis y su miedo. Theodore ya ha superado la ruptura del amor, que duele como el chasquido de un hueso, o como el retortijón de un intestino. Pero ahora está enfrentando la peor fase de su enfermedad: la soledad, que es un sumidero abierto en las entrañas por el que se va la vida y la ilusión. La autoestima y las ganas de perseverar. 

    La soledad no duele: aunque muerde y desgarra, horada y destroza, actúa sobre un cuerpo que ya está insensible y abandonado. Un organismo que funciona con el piloto automático del instinto, esperando quizá un milagro, una aparición, al otro lado del largo desierto que empieza a atravesarse.

    Tan solitario y triste anda Theodore con su mal, que se aferrará a la compañía de un sistema operativo para no caer definitivamente en la desesperación. No hay tal historia de amor entre Theodore y Samantha: sólo la ilusión de no estar solo en ese apartamento con vistas a la ciudad. Mejor perder la chaveta que soportar una noche más sin conversación, un desayuno más sin buenos días, un regreso a casa sin nadie esperando en el sofá.



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