Take Shelter

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Más pronto que tarde llegará el cataclismo devastador que arrasará la faz de la Tierra. Nos caerá un asteroide, o se elevarán los mares, o nos fumigará un virus mortal que no conocerá ni a su padre en el laboratorio. Un loco apretará el botón nuclear, o una civilización extraterrreste nos convertirá en biodiesel para seguir alimentando el vuelo interestelar de sus platillos volantes. Quién sabe.... Desde que el mundo es mundo, siempre ha habido un iluminado, un profeta, un plasta del apocalipsis que anunciaba el fin del mundo con grandes voces de lunático, o susurros insidiosos de sacerdote. En la Biblia salen muchos de estos tipos -generalmente barbudos y desaliñados- que erraron el tiro con las fechas. Ahora, curiosamente, cuando la destrucción es más probable, salen muchos menos hablando por boca de Dios. 

     Las gentes de bien nos reímos de estos tipos cuando los vemos en la televisión, y si por un casual nos los cruzamos por la vida, procuramos cambiar de acera, o de ascensor, y hacer como que no les hemos visto. Esta marginación social es la que sufre el bueno de Curtis, el granjero de Ohio, que en Take Shelter dice barruntar una gran tormenta que arrasará hogares y establos, cosechas y autopistas, hasta no dejar piedra sobre piedra. Podría aportar datos científicos sobre el cambio climático para que los vecinos se lo tomaran un poco más en serio. Pero Curtis -que empieza a volverse majareta por las noches, soñando pesadillas insoportables- también va perdiendo la chaveta durante el día, y pone caras de orate, y lanza discursos de pirado, y ya ni su mujer es capaz de seguirle la tontería. 

    Curtis, al menos, en sus ratos de cordura, tiene la decencia de indagarse a sí mismo en los manuales de psiquiatría, buscándose una esquizofrenia, una psicosis, una enfermedad tangible que le devuelva la honra y el buen nombre. Cualquier cosa menos ser considerado un profeta de la destrucción.
    
    Lo más cojonudo de todo es que Curtis, después de todo, tal vez tenga razón...



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