Catastrophe. Temporada 3

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Del desliz de un pene que se deslizó provino la catástrofe que unió a Rob, el grandullón americano que pasaba por allí, con Sharon, la pelirroja irlandesa que creía tener un huerto baldío y ligaba con la triste despreocupación de las infértiles. 

    De aquella concepción no deseada nació una serie fresca, ocurrente, con diálogos de pareja que se enamoraba a su pesar. Todos los que hemos jugado a lanzarnos puyas en la cama nos reconocemos en esas estocadas que construyen el nido de amor con ramas bien firmes, y algunas más quebradizas. Rob y Sharon se odian, se aman, se ríen el uno del otro y al mismo tiempo se admiran con una sonrisa. Y se perdonan con una carantoña.  Unos días Rob tira del carro y otros Sharon toma las riendas: en el sexo, en el entusiasmo, en las naderías del día a día. En las decisiones importantes. Distintos, pero complementarios; jodidos, pero jodedores. Muy suyos, pero muy entregados. Diáfanos, pero contradictorios. Peleados y reconciliados en un lapso de diez segundos, o de diez días, pero siempre de regreso. Soñadores secretos de una vida distinta, de un príncipe azul y de una princesa rosa más ideales o más compatibles, pero al fin y al cabo siempre fieles y regocijados. Siempre abrazados al final de cada jornada. El amor...

    En la tercera temporada, los espectadores nos hemos reído mucho menos con las tragicomedias. Rob y Sharon se nos están haciendo mayores, tanto como nosotros, los cuarentones que les vamos acompañando en el declinar. En Catastrophe sigue habiendo sexo, risas, diálogos coñones que son para apuntar en el cuadernillo de las ocurrencias. Pero la comedia está dejando paso al drama de los cielos grises. A la catástrofe verdadera, irremediable, que se nos llevará a todos por delante: el paso del tiempo. A Rob y a Sharon les están saliendo las primeras canas en el cuerpo, y las primeras arrugas en el espíritu. Se mueren los seres queridos, resurgen los viejos defectos, regresan las dudas extinguidas... Se les escapa la vida entre los dedos. Se deprimen. Se entristecen. Se buscan para curar las heridas pero no siempre se encuentran. Vuelven a soñar con la otra vida posible. Caen en la tentación de fantasear, en el orgullo de desear... De aquel polvo inaugural vinieron estos lodos, piensan a veces, y querrían dar marcha atrás en el reloj. Ahora viven arremangados y enfangados hasta las rodillas, tratando de arreglar los desperfectos que causa la inundación. La otra catástrofe. Continuará...



1 comentario:

  1. "Se buscan para curar las heridas pero no siempre se encuentran"...24 años juntos,dos hijas ,dos trabajos agotadores...46 y 48.Quizás por éso me enganchó ésta serie...recomponerse cada día mientras la vida se dedica a hacerte trizas.
    Te envidio la infancia de cine.
    Un saludo!

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