La verdad

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En plena campaña electoral del año 2004 -la que enfrentó a George Bush hijo con John Kerry padre- el informativo 60 minutes de la CBS se hizo con unos documentos que demostraban que el hijísimo había eludido la Guerra de Vietnam gracias a los enchufes petroleros de su padre, magnates orondos, y generales complacientes, que lo destinaron a un cómodo puesto en la Guardia Nacional. 

Los documentos, para más inri, venían a decir que el futuro compiyogui de Ánsar aplazaba sus obligaciones cuando le apetecía, y que incluso terminó su servicio militar antes de tiempo, sin que nadie le castigara con limpiar las letrinas o marchar desnudo por el monte. Un escándalo de prerrogativas que aquí en España casi nos haría hasta gracia, acostumbrados desde los Austrias a que sólo los pobres se jueguen el pellejo en las batallas, pero que allí, en Estados Unidos, donde estas cosas del favoritismo están muy mal vistas, levantó ampollas entre los televidentes y casi dio un vuelco electoral a las encuestas.

    Y digo casi -y ahí empieza el meollo de La verdad, la película que narra aquellos enredos periodísticos- porque resultó que al final aquellos documentos no eran trigo limpio. La blogosfera conservadora, que cuenta con legiones de voluntarios que luchan contra el rojerío, rápidamente puso en duda la veracidad de ciertas abreviaturas, de ciertas tipografías improbables en la década de los 70. Y aunque el fondo del asunto tenía toda la pinta de ser verosímil, los documentos probatorios se quedaron en el limbo de lo cuestionable. Al revés de lo que dijo nuestro entrañable Mariano sobre los papeles de Bárcenas, todo en aquellos expedientes de George Bush parecía ser cierto, salvo alguna cosa. Y con esa "pequeña cosa" empezó el viacrucis de los responsables de 60 minutes, tipos prestigiosos y combativos a los que yo creo a pies juntillas, y que todavía aseguran que a ellos no les condenó la mala praxis, sino el escozor de un dedo puesto en la llaga.

Mary Mapes [ante la comisión investigadora]:

- Nuestra historia era sobre si Bush completó su servicio militar. Pero nadie quería hablar sobre eso. Eso es lo que hace la gente en estos días si no les gusta una historia. Te señalan, te gritan. Cuestionan tu política, tu objetividad. ¡Demonios!, tu humanidad básica, y esperan que por Dios, la verdad se pierda en el campo. Y cuando todo acaba finalmente, y han paseado y gritado tan alto, ya ni siquiera podemos recordar cuál era el asunto.