El estudiante

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Roque es un alumno de la universidad de Buenos Aires que no le da ni un palo al agua. Roque es alto, guapo, de mentón prominente y sexualidad desbordante, así que solo quiere follar con sus compañeras más guapas o más predispuestas. Un macho alfa en toda regla. Mientras el dinero de sus padres o el de las becas siga manando de la cuenta corriente, él pasará los trimestres de cama en cama, de flor en flor, hasta que las asignaturas se aprueben por sí solas. Dios proveerá, hermanos, es el lema que guía su desgana estudiantil. 

   
         Pero nuestro héroe, que vive más feliz que la abeja Maya, se topará con un desafío vital: la chica más guapa del cotarro es, al mismo tiempo la más inteligente de todas. Paula es hermosa, liberal, estudiosa... Un ángel de ojos azules naufragado en el Mar del Plata. Ella frecuenta poco las discotecas, los botellones, las boites donde uno se expone y bichea al personal. Paula reparte su tiempo entre el estudio y el activismo político. Tiene dos lunares en la mejilla que parecen tatuados por un artista...  A Roque le bastan dos escarceos infructuosos con ella para comprender que no va a conquistarla con las tácticas habituales. A Paula le repatean los tipos no comprometidos, los neutrales, los que pasan por la universidad sin tomar conciencia de la realidad, sólo pendientes de sus asignaturas, o de sus pollas inquietas. Paula odia a los tipos como Roque. Ella necesita alguien en quien confiar, sereno, inteligente, participativo. Le vuelven loca los políticos en ciernes. Sólo con ellos alcanza unos orgasmos pletóricos que se le van luego en verborrea sobre los impuestos.

           Roque necesita estar a la altura de quien ya es el amor de su vida, y para ello tendrá que subirse a la tarima, a despotricar contra el rectorado. Ni de izquierdas ni de derechas, Roque está a la que salta, buscando un ecosistema en el que destacar y atraer las miradas de Paula. Al principio, impetuoso e indocumentado, Roque meterá la gamba en los debates, y elegirá mal a los compañeros de andadura. Pero va a aprender muy rápido. La testosterona que apabulla a las mujeres también sirve para manejar a los hombres timoratos. Ellos le reconocerán como el líder de voz poderosa y gestos enérgicos. Es ahí cuando El estudiante abandona los derroteros de la comedia romántica para ponerse muy seria, muy didáctica, y también un pelín aburrida. La última hora es casi entera para Roque, que descubrirá la otra erótica -también irresistible y orgásmica- del poder. Mientras tanto, para nuestro sollozo inconsolable, Paula pasará a un segundo plano lejanísimo y casi testimonial. Ella, la guapa inteligentísima, que fue la chispa, el estímulo, la inspiración de todo esto.




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