El diablo viste de Prada

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Qué me importan a mí -que vivo de ermitaño, en La Pedanía- las modas y los estilos. Las combinaciones de colores... La redacción de la revista Runway es para mí como la otra punta del cosmos, habitada por seres extraños e incomprensibles. Vivo a millones de años-luz de esta gente que viste a los famosos, a los ricachones, a las modelos que de vez en cuando pasean sus cuerpos en los cierres del telediario. Soy un hombre chapado a la antigua,y  refractario a las modas. Lo mío son las rebajas del Carrefour, donde apaño las mismas prendas de siempre, siempre oscuras y muy baratas. Me visto para no ir desnudo. Todo lo demás no lo entiendo, o me la suda. Visto limpio y aseado, pero lo hago como un gañán de pueblo, ajeno a cualquier estética imperante. El diablo viste de Prada es para mí una marcianada de gente muy extraña y muy loca. Yo había venido aquí para rendir pleitesía a Anne Hathaway. Para hablar de ella en este diario y pormenorizar sus encantos y sus talentos. Pero no puedo: con Anne, aún a riesgo de parecer un hombre de las cavernas, un neanderthal poco evolucionado, es imposible ir más allá del gruñido del antropoide: uf, grrr, guau...  Éste es mi rendido poema. Mi particular versión del Lord Byron enamorado. Es lo que hay.




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