Attack the block

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Está en una edad muy difícil, el chaval. La fronteriza, la indefinida: ahora mismo no es un niño, pero tampoco un adolescente. El mundo de Disney le queda muy lejos; el mundo de los muchachotes que se matan a pajas, también. Uno quiere dar en el clavo con las películas, y ofrecerle cosas que no pequen de ñoñería, pero que tampoco le avergüencen, o le sobresalten, con un adulto de carabina sentado a su lado.
Attack the block es una película que viene muy recomendada en los círculos de la juventud. La protagonizan cinco macarras con sudadera que se enfrentan a la invasión alienígena en los suburbios de Londres, a hostia limpia, armados de bates de béisbol, de armas blancas, y de mucha mala follá en la mirada. ¿No recomendada para...? Menores de 13 años. ¿Muertes? A porrón. ¿Tacos? Un cosechón, fecundo y variado. ¿Sanguinolencias? Digamos que de gore descafeinado. ¿Desnudos? La película no iba de eso. ¿El 13 de la recomendación? Quién sabe. Todo son opiniones.

Al terminar la película hemos bajado al parque. Pitufo juega unas partidas de ping-pong con otros muchachos de su edad. Uno de ellos, cuando golpea la pelota, emite gruñiditos de fatiga. Un amigo suyo, mientras espera  turno, comenta: “Se parece a la Sarapova cuando grita, que parece que se la están follando”. Todos los chavales, incluido Pitufo, se ríen. Más tarde, por la noche, en la portada de los telediarios, aparecen los huesos calcinados de dos pobres críos desaparecidos hace un año en el Sur. Se dan pelos y señales sobre el poder calorífico que tuvo que haberlos reducido a semejante estado. A los pocos minutos, quince mantas ensangrentadas cubren nuevos cadáveres en la guerra sin fin de la Tierra Prometida. Un miembro de la realeza se ríe en nuestra puta cara después de habernos robado –presuntamente, of course- los millones. La violencia campa por doquier. La película de la tarde ya no parece tan salvaje, ni tan inadecuada.

 Con Attack the block, por lo menos, te reías un rato.




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